martes, 11 de enero de 2005

"Déjalo sangrar"... y déjalas sangrar

por Cheryl Harleston







En su artículo “Déjalo Sangrar: Manejando las Heridas Sexualizadas”, Craig Chalquist escribe sobre el drama demasiado común de (principalmente) los hombres que "se conforman con parejas hacia quienes se sienten atraídos pero de quienes no están enamorados", y las razones probables para ello.

El Sr. Chalquist pregunta: ¿Exactamente por qué un hombre que sabe que no tiene intenciones serias hacia una mujer, que sabe que ella terminará herida y enojada, que quizás hasta sabe que ella se da cuenta de su estado mental, decide estar con ella de todos modos? ¿Y por qué algunas mujeres toman la misma decisión?

De ahí prosigue a responder con una teoría muy interesante, aunque para mi gusto demasiado amplia, de "heridas sexualizadas", enfocada por completo en heridas tempranas y pensamiento mágico: Con pavorosa persistencia, los hombres (y las mujeres) que se conforman con relaciones sexuales no apasionadas casi siempre fueron dejados con un corazón roto por un padre inaccesible en sus primeros años.

A pesar de ser cierto y enteramente válido, encuentro este artículo extremadamente peligroso en cuanto a que le otorga al hombre (y a la mujer) una justificación precisamente cierta y válida para su comportamiento actual basada en eventos pasados, totalmente pasando por alto lo más obvio: que para crecer y cambiar verdaderamente, uno debe encarar y asumir la responsabilidad de los propios comportamientos/actitudes dañinos del presente, reconociendo también las "agendas ocultas" y los posibles motivos actuales: deshonestidad, castigo, manipulación, odio hacia las mujeres, deseo de probar que efectivamente son el "sexo fuerte", deseo de un sentido de poder barato y momentáneo, etcétera. Todo lo cual, por supuesto, puede estar válidamente contenido y abrazado bajo esta amplia teoría de "heridas sexualizadas". Y es ahí donde yace el peligro.

Aunque es cierto, por ejemplo, que un deseo de castigar a las mujeres podría venir de una herida muy temprana y el odio hacia mamá que resulta de ello, debemos darnos cuenta de que el castigo se está perpetrando en el presente, y el momento presente es donde el verdadero trabajo debe comenzar: el "aquí y ahora" es el único momento cuando el cambio verdadero puede ocurrir. Y aunque indudablemente desempeñaron un papel extremadamente importante en nuestro desarrollo, nosotros somos los únicos responsables de nuestras acciones y su impacto en nosotros y en los demás, y nosotros debemos hacernos responsables ante ello, no nuestros padres. ¿Hasta cuándo vamos a continuar actuando como niñitos castigados, culpando a nuestros padres por todas nuestras acciones malas o fallidas actuales? Aparentemente es más fácil atribuir nuestras acciones y el impacto (daño) resultante a una teoría de amplia cobertura y dejarlo así, en lugar de encarar el hecho de que estos hombres (y mujeres) en realidad están haciendo daño e hiriendo a otra persona conscientemente —al menos en algún nivel, especialmente cuando la persona que causa el daño ha tenido algún tipo de entrenamiento psicológico o de trabajo interno— y eso es algo que ninguna teoría de "heridas sexualizadas" podrá justificar jamás lo suficiente.

El Sr. Chalquist continúa: Mientras tanto, a fin de cuentas tu pareja se larga, amargada por tu incapacidad para el amor o la intimidad; y tú, con tus propios estereotipos confirmados, tienes una carga fresca de desconfianza, resentimiento, futilidad y culpa ("¿Por qué siempre soy yo el malo de la película?") agregada a lo que de por sí cargas. Nada sana.

Después de eso el Sr. Chalquist prosigue a dar un montón de consejos sanos acerca de lo que uno debe hacer al respecto: Mira hacia adentro, observa de la mejor manera posible ese agujero en tu corazón, y déjalo sangrar. Haz uso de cualquier cosa que te ayude: un diario, ejercicio, libros de autoayuda, arte, música, buena terapia, recursos espirituales, amigos comprensivos. No seas un mártir, no regreses los golpes, no sobreanalices, no te quejes...

De nuevo, sugerencias perfectamente válidas e indudablemente útiles. Pero desafortunadamente no menciona cómo debe uno manejar, o lo que uno debería hacer, con el verdadero impacto sobre —no las reacciones resultantes de— la otra persona; es decir, el sangrado del otro. Esta falta de reconocimiento para una parte tan importante da a entender, en mi opinión, que el Sr. Chalquist cree que ése es problema del otro. El daño ya está hecho, así que todo el asunto debe ser olvidado con la otra persona, y uno debería "ponerse a trabajar" en el asunto solo y con uno mismo. En cierta forma parece estar diciendo: "Déjalo sangrar, y deja que la otra persona sangre por su cuenta." O bien, "Yo estoy sangrando, por lo tanto no puedo ser responsabilizado de cualquier sangrado que yo te cause a ti. Todo lo que tengo que hacer es dejar que mi propia herida sangre."

Sin embargo, al final afirma con alegría: Haz esto y llegará el día en que mirarás dentro y encontrarás que el agujero se ha cerrado, el pensamiento mágico se ha silenciado, el dolor se ha desbaratado convirtiéndose en energía, y las heridas sexualizadas se han secado. Si no por la presencia de estas cosas, entonces reconocerás ese día por una ausencia: la ausencia del tipo de parejas hacia quienes solías sentirte atraído, y quienes solían sentirse atraídas por ti. Cómodo contigo mismo estando solo, quizás entonces te sientas listo para comenzar una relación que sea de verdad.

Con unas afirmaciones tan decididas, uno no puede más que suponer que él mismo ha tenido esta experiencia. (¿Es así, Sr. Chalquist?) Uno también puede suponer que él considera que las relaciones fallidas no son "de verdad". Sin embargo yo me pregunto, ¿cómo puede alguien —cualquiera— aspirar a tener una relación "de verdad" mientras pasa por alto completamente su propio impacto en el otro, con el otro, independientemente de si la relación termina o continúa a un nivel diferente?

Tal actitud habla de una manera egoísta de "crecer" mientras se deja a los otros a su alrededor sangrando por su cuenta. Y nadie puede crecer plenamente sin hacerse responsable ante el daño que uno le causa a otros. Nada sanará por completo hasta que asumamos la completa responsabilidad de nuestras acciones y su impacto. Nada sanará hasta que nos digamos la verdad, no importa cuán brutal sea.

Ésta es precisamente la actitud de "depredador" a la que hace referencia Clarissa Pinkola en el capítulo 2 de su libro Mujeres que Corren con los Lobos: Una persona predatoria abusa del jugo creativo de una mujer, tomándolo para su propio placer o uso, dejándola en blanco y preguntándose qué sucedió, mientras que ellos mismos se vuelven de alguna manera más vigorosos y robustos.

Como mujer que ha pasado por esta experiencia, creo que tal actitud en los hombres es precisamente una de las principales razones por las que las mujeres nos sentimos enojadas con ellos, independientemente de las propias heridas tempranas de la mujer. Para las mujeres, dicha actitud habla de cobardía y falta de responsabilidad. (Responsabilidad = la voluntad y la habilidad de responder.) He escuchado repetidamente a las mujeres (incluyéndome a mí misma) expresarse después de experiencias similares: "Primero me conquistó y luego me dejó, sin ninguna explicación más que 'no estaba preparado'. ¡Qué cobarde!", u otras frases similares con un contexto similar. Cualesquiera que sean sus motivos o razones, el modus operandi del depredador es usualmente el mismo: le hablará a la mujer de amarla —no de desearla sexualmente, sino de amarla, el punto "débil" de la mayoría de las mujeres— posiblemente mencionando sus "planes" de vivir o casarse con ella, obteniendo mientras tanto gratificación sexual, para finalmente desaparecer de su vista con las menores explicaciones. ¿Puede acaso el sangrado y el enojo de una mujer después de tal experiencia ser atribuído exclusivamente a sus propias heridas tempranas y pensamiento mágico? Difícilmente. La mujer "se larga" amargada, sí, pero no por la "incapacidad para el amor o la intimidad" del hombre, como lo afirma el Sr. Chalquist. Ella se va amargada por el comportamiento del hombre y por su incapacidad de hablar con la verdad, incluso a sí mismo.

Como dice la Dra. Pinkola: La engañosa promesa del depredador es que la mujer se convertirá en reina de alguna manera, cuando de hecho se está planeando su asesinato.

Resulta obvio que el depredador es particularmente peligroso cuando se trata de un experto entrenado en asuntos psicológicos o algún tipo de trabajo interno, lo cual lo capacita para saber —conscientemente o no— cuándo y cómo una mujer puede ser manipulada, así como para manipular sus propias "razones" para herirla y luego ignorar todo el asunto, al menos en apariencia, y al menos con ella.

Citando a la Dra. Pinkola otra vez (del capítulo 10): Si quieres matar algo, simplemente pórtate frío con ello. En cuanto uno se congela en sentimiento, pensamiento o acción, la relación no es posible. Cuando los humanos quieren abandonar algo en ellos mismos, o abandonar a alguien a su suerte, los ignoran, les retiran la invitación, los dejan fuera, hacen hasta lo imposible para no tener que oír su voz o posar la vista en ellos.

Y como una de muchas posibles respuestas a la pregunta del Sr. Chalquist, "¿por qué algunas mujeres toman la misma decisión?", otras citas más del libro de la Dra. Pinkola: Muchas mujeres han vivido literalmente el cuento de Barba Azul. Se casan siendo aún ingenuas en cuanto a los depredadores, y eligen a alguien que resulta ser destructivo para sus vidas. Están decididas a "curarlo" con amor. De alguna manera están "jugando a la casita". Se podría decir que han pasado demasiado tiempo exclamando: "En realidad su barba no es tan azul." (Capítulo 2)

Y: Cuando está muy hambrienta, una mujer aceptará cualquier substituto que se le ofrezca, incluyendo aquéllos que, como placebos, no hacen nada por ella, así como los destructivos y los que ponen en riesgo su vida, que la hacen perder horriblemente su tiempo y sus talentos, o exponen su vida a peligros físicos. Es el hambre del alma lo que hace que una mujer elija cosas que la harán bailar alocadamente fuera de control y demasiado cerca de la puerta del verdugo. (Capítulo 8)

Para las mujeres, la respuesta yace en su fuerza interior. Ella debe buscar sus propias maneras de nutrirse a sí misma, de alimentar su alma a fin de no necesitar aceptar más substitutos baratos y caer en la trampa del depredador tan fácilmente. Y aunque el hambre original provenga de una herida temprana, ella debe buscar soluciones en el presente, en su ser actual, y no en el pasado, reconociendo su hambre y sus consecuencias responsablemente, y no inculpando.

Por otro lado, me atrevo a sugerir que si un hombre está cansado de atraer mujeres "enojadas" a su vida, primero se examine seriamente a sí mismo, pues es muy probable que él mismo les esté causando ese enojo, especialmente cuando tiene este tipo de actitudes/comportamientos y se rehusa a asumir verdaderamente la responsabilidad del daño que está causando a estas mujeres "enojadas".

La teoría del Sr. Chalquist es ciertamente parte del problema, y ofrece excelentes soluciones para parte del problema. Pero hay mucho más trabajo por hacer en muchas otras áreas, además de las heridas tempranas y el pensamiento mágico, a fin de ser capaces de tener una relación. En mi opinión, sería un error considerar su teoría y las soluciones que sugiere como un "curalotodo" para las relaciones fallidas.





© 1998 por Cheryl Harleston





lunes, 10 de enero de 2005

Déjalo sangrar: manejando las heridas sexualizadas

por Craig Chalquist



Traducción de Cheryl Harleston









Es como si al nacer el niño tuviera un aura invisiblea su alrededor que no es lavada con la placenta. Es como si naciera con un amnios que no es visible, pero a través del cual las cosas deben viajar para llegar a él. Si un hombre es "difícil de alcanzar"es porque sigue firmemente dentro de este amnios.

Michael Meade, Men and the Waters of Life





Sólo considera a qué precio vendes tu propia voluntad; si no hay otra razón, al menos considera ésta: que no la vendes por una cantidad pequeña.

—Epictetus, The Discourses









He notado, principalmente entre los hombres, una tendencia a conformarse con parejas hacia quienes se sienten atraídos pero de quienes no están enamorados.

Al preguntárseles al respecto, los hombres mismos a veces lo explican en términos de biología: los hombres simplemente son así, como afirman algunas mujeres. La testosterona de siempre: "jódelo o mátalo", según ha señalado Ken Wilber, entre otros. Quienes carecemos del entendimiento científico lo ponemos de manera diferente, pero llegamos al mismo lugar: "Ella era simpática, divertida, y tenía un cuerpo que no paraba. Y yo no había tenido sexo hacía tiempo..."

Yo no acepto esta explicación. Creo efectivamente que las hormonas y otros factores colorean las diferencias entre los géneros. Y que la socialización desempeña un papel crucial. Y la dinámica, los valores y las creencias de la familia de origen. La religión o la rebelión en su contra. Y en algunos hombres, la mera pasividad combinada con un ego hambriento: "Ella me persiguió y me dejé atrapar. Fue bonito sentirse deseado."

Pero éstos y otros análisis astutos dejan sin explicación lo que más necesita explicarse: ¿Exactamente por qué un hombre que sabe que no tiene intenciones serias hacia una mujer, que sabe que ella terminará herida y enojada, que quizás hasta sabe que ella se da cuenta de su estado mental, decide estar con ella de todos modos? ¿Y por qué algunas mujeres toman la misma decisión?

Pienso que la respuesta se resume en dos palabras: heridas sexualizadas. Con pavorosa persistencia, los hombres (y las mujeres) que se conforman con relaciones sexuales no apasionadas casi siempre fueron dejados con un corazón roto por un padre inaccesible en sus primeros años.

Dos siglos de psicoanálisis, relaciones de objetos, datos de investigación y experiencia clínica nos han enseñado más allá de la sombra de cualquier duda que ponemos de manifiesto aquellas heridas psicológicas con las que no hemos podido hacer las paces. Y no habremos hecho las paces con ellas hasta que hayamos vuelto a experimentar y trabajado con la plena intensidad del dolor acumulado. Podremos pensar que perdonamos y que crecemos más allá del padre alcohólico, la madre adicta a las explosiones de rabia, el padre cuya alma estaba ausente gracias a las drogas, demasiado trabajo, neurosis o indiferencia, pero ésta es una de las decepciones más comunes que tenemos con nosotros mismos. Nos ahorra, esperamos en algún nivel, el esfuerzo de clasificar y realmente eliminar el equipaje que nos dejó una niñez que fue menos que ideal, y a veces menos que amorosa.

Tales heridas tempranas van acompañadas de una lógica primitiva conocida para los terapeutas como pensamiento mágico. De niños pensamos mágicamente; para una identidad en formación la distinción entre fantasía y realidad, lo que deseamos y lo que obtenemos, es un logro bastante tardío. Hiere a un niño muy pequeño —y mantén en mente que todos los niños, incluso los bebés, son exquisitamente sensibles al ambiente emocional de la familia— y la principal defensa y guardián de la cordura de ese niño se vuelve la creencia en que la herida de alguna manera puede deshacerse mágicamente. Y la manera en que la deshacemos es complaciendo a mamá o a papá, siendo mejores niños, a fin de que quien sea que haya creado la herida nos la quite y nos deje completos otra vez.

Los años pasan, la familia crece, los padres cambian, las circunstancias cambian, pero la herida, desatendida, permanece. Como también permanece el pensamiento mágico que nos escuda del dolor. El dolor puede sentirse tan familiar que nos acostumbramos a él. Pero, ya de adultos, nos encontramos notando substitutos de padres (la "compulsión de repetición" de Freud) seleccionados por nuestro pensamiento mágico, compañeros con los que podamos repetir la vieja danza con la vana esperanza de que esta vez saldrá todo como debiera y nos dejará sin heridas. Nuestra sexualidad le sigue. Y decidimos obedecerle, dando diversas excusas después: "Le dije que no funcionaría pero ella me deseó de todos modos"; "Me sentía solo"; "Pensé que ella era la indicada", y demás.

Obviamente esto es un comportamiento profundamente inconsciente -por ser muy temprano. Lo que es consciente es un fuerte deseo sexual hacia una mujer (u hombre) en particular con la que no obstante no deseamos casarnos. Para algunos, el amor incluso arruinaría la danza porque el resultado predecible, una pareja lastimada, satisface un deseo no reconocido de venganza hacia la figura paterna cuya inaccesibilidad abrió la herida original. (¿Suena innecesariamente dudoso? Trabaja con hombres golpeadores y aspirantes a Don Juan, si piensas que no es una dinámica común).

Aparte del conflicto y sufrimiento innecesarios que toda esta actuación les causa a ambos —y éste es el punto verdadero— sucumbir al pensamiento mágico y estar con una amante con la cual uno no tiene intenciones serias evita que nuestras viejas heridas sanen jamás. Las consecuencias van más allá de unos cuantos escozores emocionales o incluso el riesgo de enfermedad venérea o SIDA. Al quedar atorado en una vieja danza atiborras la temprana rabia no procesada, la traición, la impotencia, el miedo, el vacío, el abandono y la ansiedad básica, y al atiborrarlos los confinas a la inconsciencia, en donde se pudren. Tú te haces más viejo, pero nada cambia.

Mientras tanto, a fin de cuentas tu pareja se larga, amargada por tu incapacidad para el amor o la intimidad; y tú, con tus propios estereotipos confirmados, tienes una carga fresca de desconfianza, resentimiento, futilidad y culpa ("¿Por qué siempre soy yo el malo de la película?") agregada a lo que de por sí cargas. Nada sana.

Si en tal caso has practicado esta danza y estás cansado de ella, de reaccionar en lugar de actuar, entonces no atiborres las heridas durmiendo con cualquiera o mediante cualquier otra evasión autoanestesiante, que para los hombres a menudo se presenta como adicción al trabajo, alcoholismo, adicción cibernética, autoaislamiento, cuidados codependientes o adicción a la televisión. Mira hacia adentro, observa de la mejor manera posible ese agujero en tu corazón, y déjalo sangrar. Haz uso de cualquier cosa que te ayude: un diario, ejercicio, libros de autoayuda, arte, música, buena terapia, recursos espirituales, amigos comprensivos. No seas un mártir, no regreses los golpes, no sobreanalices, no te quejes, sino valida ese impulso sexual familiar sin agobiar a otra figura paterna con él, y luego abraza el dolor implícito cuando salga a la superficie. Y cuenta con ello: saldrá a borbotones. Síguele el rastro para ver de dónde vino y quién te lo dejó y por qué. Siéntelo fluir a través de tu mente, tu pecho, tu cuerpo. Déjalo sangrar, déjalo sangrar.

Haz esto y llegará el día en que mirarás dentro y encontrarás que el agujero se ha cerrado, el pensamiento mágico se ha silenciado, el dolor se ha desbaratado convirtiéndose en energía, y las heridas sexualizadas se han secado.

Si no por la presencia de estas cosas, entonces reconocerás ese día por una ausencia: la ausencia del tipo de parejas hacia quienes solías sentirte atraído, y quienes solían sentirse atraídas por tí.

Cómodo contigo mismo estando solo, quizás entonces te sientas listo para comenzar una relación que sea de verdad.





© 1998, Craig Chalquist





domingo, 9 de enero de 2005

Comentarios sobre el artículo "El Sabbath de las Mujeres" de Lara Owen

por Craig Chalquist



Traducción de Cheryl Harleston









Siendo un hombre que ha intentado aprender tanto del pensamiento feminista como de la sabiduría personal de amigas feministas, a menudo me he sentido disuadido por los innumerables clichés. Los opresores chauvinistas. Las jerarquías de poder. El psique masculino guerrero. La era dorada pre-moderna de sacerdotisas y diosas. El hombre que "sólo quiere una cosa". El marido que "ayuda" en la casa, que mantiene el control de la cuenta de cheques, que quiere a su mujer fuera de la escuela y dedicada sólo al hogar. En pocas palabras, el que no es hombre sino un niño que finge ser hombre, y sobre cuya cabeza vacía las mujeres enojadas han amontonado la suma de toda la rabia, traición y desilusión reprimidas, sentidas por todas las de su género desde los tiempos de Eva.

El hecho que la gran mayoría de los hombres que veo en terapia de grupos de hombres y de parejas en efecto SON tales niños y por lo tanto blancos legítimos de tal rabia, no altera la verdadera naturaleza atrás de inculpar a otro ser humano por la propia pérdida de poder y sensación de obstrucción: el quejarse. Demasiada literatura feminista reciente —o la que pretende serlo— resuena con tales plañidos, la perpetua lamentación de la víctima crónica, y ya estoy harto de oírla.

De ahí la importancia de los escritos que ennoblecen a la mujer en lugar de degradarla y convertirla en mártir impotente en un mundo dominado por los hombres. El don del punto de vista de Lara Owen es que embellece y simboliza precisamente el ciclo femenino que más comúnmente es visto por los hombres inmaduros y las mujeres influenciadas por ellos como un horror demasiado aterrador para ser siquiera discutido: la menstruación.

En muchas culturas y épocas, el psique primario respondía a la sangre como una maravillosa metáfora de potencia, vitalidad, fuerza vital, clan vital, gracia líquida, fuego fluyente, espíritu fluído. Los rituales de sangre permitían una comunión tangible con las fuerzas más profundas de la vida, una incorporación personal o tribal del alimento espiritual. Pero cuando nosotros los occidentales separamos el psique-espíritu del cuerpo, una tendencia que ya era evidente en el tiempo de Platón y que fue ampliada por el famoso pensamiento patriarcal, empeoró por las formas autoritarias del Cristianismo y fue confirmada por Descartes, Hobbes y el resultante materialismo científico, para el cual nada era real si no podía ser medido, y perdimos nuestra capacidad del tipo de reverencia del cuerpo que nos "aterroriza" y que está ligada con la capacidad de pensar por medio de la intuición y el mito.

Lara Owen contribuye a la creciente tendencia de hoy en día a volver hacia la tierra y a los mitos, transformando un proceso corporal considerado tabú en una realidad rítmica potencialmente autoafirmante. El sangrado es despojado de las connotaciones desagradables —muchas de las cuales se derivan de una combinación de los remanentes de las actitudes en contra de las mujeres, el odio pascaliano hacia el cuerpo y determinadas asociaciones de la sangre como algo que debe ser derramado—, y es ritualizado y espiritualizado. Es una manera de reconectarse con la tierra y pasar tiempo con uno mismo. También le recuerda a uno, a un nivel tan profundo que es celular, del propio y permanente formar parte de la eterna comunidad de las mujeres y de la participación en el arquetipo de la Mujer como Ser, el centro generativo transpersonal de la relación psíquica-somática conocida actualmente como la identidad personal auténtica.

En esta comunión, quizás un antiguo paralelismo femenino con "Bebedla toda, pues ésta es mi sangre", los hombres —cuya admiración hacia los poderes místicos de la femineidad y la maternidad se convierte con tanta facilidad en una compensación temerosa y exagerada a través de contra-creaciones como la mano de obra, las armas y la jerarquía— podrían aprender a mantenerse cerca como compañeros respetuosos y sensibles. Pero el misterio interior del ciclo sagrado del nacimiento y la sangre pertenece únicamente a cada una de las mujeres.





© 1997 por Craig Chalquist





sábado, 8 de enero de 2005

El Sabbath de las mujeres: Reclamando el poder de la Menstruación

por Lara Owen, M.P.W.

(Parte de este material está incluido en el libro de Lara Owen Her Blood Is Gold: Celebrating the Power of Menstruation Harper San Francisco, 1993)





Solía pensar que mis períodos eran una molestia, una sucia intrusión que incrementaba la lavandería y causaba un montón de síntomas desagradables incluyendo cansancio y dolor debilitante. La menstruación interfería con mi vida sexual, mis actividades atléticas y mi nivel de energía. Causaba cambios erráticos de temperamento, irritabilidad y un mal humor destructivo e imparable. Además costaba dinero en toallas y tampones para absorber la sangre, en ropas arruinadas, en tiempo perdido en el trabajo. Era un saboteador ruin y solapado que siempre llegaba en el momento más inoportuno.

A pesar de esta prédica de aflicción, no estaba totalmente en su contra. Cuando mi período llegaba, había siempre una parte de mí que se sentía complacida. Significaba que estaba saludable y fértil y que todo estaba funcionando apropiadamente. Sangrar me producía cierto orgullo que sentí intensamente durante mi primer período, pero ante la ausencia de cualquier aprobación externa, aquel sentimiento placentero desapareció gradualmente.

Una amiga judía me contó que cuando tuvo su primer período su madre la abofeteó. Con asombro ella reclamó: "¿Por qué hiciste eso?" Su madre respondió: "No lo sé, mi madre hizo lo mismo, es la tradición". Recibir una bofetada cuando una se vuelve mujer: ése es un punto interesante acerca de cómo es vista la naturaleza femenina. Tal vez se trate de un intento por eliminar el sentimiento de orgullo que llega con la primera sangre.

Algo más acabó por quitarme el sentimiento de orgullo y creo que fue la ausencia de ceremonia. Sentía internamente que algo verdaderamente asombroso y mágico estaba ocurriendo, y sin embargo todos a mi alrededor lo trataban como algo trivial. Tenía una sensación de logro, con tintes de excitación, curiosidad y pena. También recuerdo una vaga conciencia de un futuro vasto y desconocido. Intuitivamente sabía que era un acontecimiento muy importante en mi vida, y no obstante nadie dijo nada al respecto, excepto para darme algunas toallas sanitarias. Creo que mi madre se sintió complacida —después de todo, significaba que estaba sana y creciendo normalmente— pero yo necesitaba más que eso. Necesitaba una ceremonia, una fiesta, algún gozoso reconocimiento público de este gran evento en mi desarrollo. Pero nada sucedió. Conforme pasaban los meses sentía cada vez más la vergüenza y cada vez menos la excitación y el orgullo que habían brillado momentáneamente con la primera sangre.

En casa, mis períodos eran algo que debía mantenerse oculto de mi padre y mis hermanos. Si tenía que mencionarlo, hablaba en voz baja y preferiblemente con mi madre a solas. Poco después de iniciados mis períodos, durante un viaje familiar, tuve que pedirle a mi padre que detuviera el auto pues necesitaba ir a la farmacia. Por supuesto que quiso saber qué necesitaba comprar. Recuerdo un sentimiento horrible cuando le dije que necesitaba comprar toallas sanitarias. Era una peculiar mezcla de vergüenza, orgullo y pena absoluta. Él se portó muy bien al respecto, según recuerdo, y nunca dijo nada que me hiciese sentir avergonzada. Pero de alguna manera esa vergüenza siempre estaba en el fondo de mis pensamientos, y afectó toda mi relación con el mundo externo.

En la escuela, la menstruación era algo que no debía ser mencionado sino en clase de biología. Toda la información que recibí acerca de la menstruación era puramente física. Había período porque no había embarazo, y el flujo menstrual era simplemente el revestimiento descartado que el útero producía para un posible feto. Mis amigas y yo lo discutíamos y, en ausencia de mayor información, decidimos que el cuerpo femenino estaba pobremente evolucionado —toda esa sangre y ese escándalo por años y años, cuando sólo necesitabas tenerlo una o dos veces para tener niños.

La imagen que la sociedad me dio a través de la publicidad era confusa. Los anuncios de tampones mostraban ágiles chicas en bikinis corriendo alegremente hacia el mar y muchachas en ajustados jeans blancos saltando a caballo. Esto no correspondía para nada con mi experiencia de letargos y cólicos, y sabía que ninguna mujer en su sano juicio confiaría tanto en un tampón como para salir a pasear en pantalones blancos. ¡Bah! Seguramente fueron hombres quienes escribieron esos anuncios.

Aún así yo sentía que debía ser como las muchachas de los anuncios de Tampax y que algo malo había en la manera en que mi cuerpo y mente se comportaban —que una muchacha normal no debería sentir diferencia alguna durante su período, y que no había nada que a ella le gustara más que subirse a un caballo y galopar hacia alguna aventura mientras ese bonito tampón le permitía olvidar que estaba menstruando. La vergonzosa realidad era que yo ni siquiera podía introducirme un tampón. No solamente no encajaba en el estereotipo, sino que además estaba mal armada. Me sentí decididamente inadecuada hasta que finalmente lo logré. Entonces comenzó el proceso de imaginarme que yo no estaba menstruando en absoluto.

Consideraba a mis períodos como una inconveniencia y eso era todo. Si eran dolorosos, tomaba un calmante - se llamaba "Feminax" y contenía una poderosa mezcla de ingredientes diseñados para acabar con cada uno de los síntomas de la menstruación, incluso cafeína para menguar la depresión y el letargo. En época de exámenes escolares, conseguía medicamentos para retrasar mi período hasta días más convenientes, cuando el furor de las hormonas pudiera asaltar el lado izquierdo de mi cerebro sin afectar mi futuro académico. Nunca me mencionaron nada acerca de las ventajas de experimentar un estado de conciencia diferente una vez al mes, porque nadie sabía nada.

A los 18 años comencé a tomar la píldora y al principio me complació que mis períodos se aligeraran y se volvieran tan predecibles. Me tomó varios años darme cuenta realmente de que la razón para la ligereza de mis períodos era que se trataba de períodos falsos. Noté que me volvía cada vez más sensible y enojada durante mis supuestas menstruaciones, así que decidí suspender la píldora. Después de un par de meses me sentí "yo misma" otra vez y me di cuenta de que, a pesar de lo conveniente que resultaba la píldora, en realidad me había sentido traicionada con esos períodos ligeros. Ahí fue cuando comencé a darme cuenta de que menstruar era una parte importante de mi vida, un ritmo del cual dependía para mi salud psíquica y física, y que ignoré o suprimí bajo mi propio riesgo.

En otras culturas, en vez de ser ignorada, la menstruación ha sido considerada (y en algunos casos aún lo es) como un tiempo especial y sagrado para las mujeres. La abundancia de símbolos relativos a la mujer encontrados en excavaciones en lugares antiguos de Europa y el Cercano Oriente sugiere de manera enfática que dichas culturas eran matrifocales y reverenciaban a la Diosa y a los procesos del cuerpo femenino. Las prácticas rituales estaban ligadas al sangrado mensual de las mujeres y la sangre menstrual era altamente valorada como poseedora de poderes mágicos. La palabra ritual viene de "rtu", que significa menstruo en sánscrito. En la época anterior al sacrificio de seres vivos, la sangre menstrual se ofrecía en ceremonias. La sangre menstrual era sagrada para los Celtas, los antiguos Egipcios, los Maorí, los primeros Taoístas, los Tantristas y los Gnósticos.

Los Nativos Americanos comprendían muy bien los diferentes sentimientos que las mujeres experimentan cuando menstrúan y para ellos estos sentimientos formaban parte de algo muy importante en los ciclos del cuerpo femenino. Las mujeres se retiraban a un recinto especial a pasar su sangrado. Se le consideraba ser el tiempo en que una mujer se encontraban en el nivel más alto de su poder espiritual, durante lo cual la actividad más apropiada era descansar y acumular sabiduría.

La tribu Yurok del norte de California poseía una cultura espiritual muy desarrollada basada en el ritmo del ciclo menstrual para las prácticas rituales no sólo de las mujeres sino también de los hombres. Las mujeres acostumbraban retirarse "en masa" durante la luna nueva por un período de diez días. Durante ese tiempo los hombres se concentraban en el "desarrollo interno", en ceremonias y meditación. Mientras los adultos estaban ocupados acumulando poder espiritual, los niños eran cuidados por los ancianos de la tribu. Todo el trabajo que los adultos tenían que hacer se concentraba en los otros días del mes.

Cuando los hombres blancos entraron en escena, "el mundo se paró de cabeza". Las actitudes hacia la menstruación cambiaron y las muchachas fueron adoctrinadas por sacerdotes en vez de las ancianas de la tribu. En vez de enseñárseles que una vez al mes sus cuerpos se volvían sacros, se les enseñó que se volvían inmundos. En vez de retirarse a un recinto a meditar, orar y celebrar, se les enseñó que estaban enfermas.

En 1986 conocí a un maestro de las tradiciones Nativo Americanas. Me enseñó que una mujer menstruando tiene el potencial de ser más poderosa física y espiritualmente que cualquier hombre o mujer en cualquier otro momento. Aquello volteó de cabeza mis condicionadas representaciones de la realidad. Yo siempre había experimentado mi menstruación como un período de debilidad y dificultad. ¿De qué podría estar hablando aquel hombre?

Me indicó que cavara un hoyo en la tierra y que le hablara al hoyo de mis pensamientos negativos sobre la femineidad y el sangrado. Dijo que la tierra transformaría la energía negativa que yo sostenía alrededor de mi naturaleza femenina. Me sentí bastante tonta, pero de todos modos lo hice y me sorprendió descubrir cuántos malos sentimientos acerca del ser mujer acechaban dentro de mi mente feminista altamente educada. Este ejercicio fue doloroso pero muy eficaz.

Comencé a ver mi sangre con reverencia más que con miedo, disgusto o indiferencia. Para ese entonces ya no usaba tampones, así que comencé a mirar mi sangre apropiadamente cada mes, en lugar de verla en un desagradable tampón. Vi que era clara y roja, y algunas veces más oscura y con coágulos. Si en verdad liberaba mi visión, entonces podía ver que estaba llena de vida, llena de magia, llena de potencial. Comencé a sentir gozo al pensar en mi sangre, en ser mujer, al pensar que después de todo había algo extraordinariamente mágico y misterioso en habitar un cuerpo femenino. El resentimiento que había sentido durante mi adolescencia por haber nacido mujer y la convicción de que los muchachos eran mejores, palidecieron y fueron reemplazados por una creciente sensación de maravilla frente a las complejidades, posibilidades y profundidades ofrecidas por el ciclo mensual.

Comencé a tomarme tiempo para descansar, meditar y simplemente estar conmigo durante los días de mi período. Me di cuenta de que entonces era particularmente capaz de reflexionar, y que dichas reflexiones eran de una naturaleza sin tiempo. Sentí que me estaba conectando con alguna antigua y vasta fuente de sabiduría femenina, simplemente con sentarme quieta y escuchar mientras sangraba. Tomarme ese tiempo durante mis menstruaciones creó una relación muy diferente con mi cuerpo. Mi salud mejoró y poco a poco los cólicos que había sufrido durante la mayor parte de mi vida se mitigaron, y mi período se volvió un tiempo de placer más que de dolor.

Estaba comenzando a quererme a mí misma verdaderamente. Por supuesto que uno no puede obligarse a hacer esto, del mismo modo que uno no "hace" que otra persona lo quiera a uno. Comenzó a suceder de manera muy gradual, y mucha gente que se atravesó en mi vida me ayudó a ver con más claridad. Pero lo importante al principio fue el conocimiento de que la menstruación es una fuente de poder. Esta invaluable pieza de información, junto con el fuerte instinto que tenía acerca del poder del útero, transformaron mi profunda y en su mayor parte inconciente falta de autorespeto.

Pensar en la menstruación como una fuente de poder para las mujeres iba completamente en contra de mi condicionamiento, y sin embargo sabía en mi corazón que era verdad. Me di cuenta de que había muchísima energía en la dicotomía entre lo que nos enseña nuestra cultura y mi reacción instintiva de "¡Claro que sí!" a esta sabiduría ancestral. Cuando se localizan los puntos donde la cultura se separa de una verdad natural, se habrá encontrado una llave, un pasaje hacia las enfermedades de dicha cultura. Comencé a entender que la hendidura entre la sabiduría y el poder de la menstruación que yo estaba percibiendo y las actitudes de la sociedad moderna con respecto al útero, se situaba en el corazón de la subyugación y la negación de la realidad y la experiencia femeninas.

Para muchas mujeres, la raíz de su infelicidad yace en la dolorosa relación con los procesos de ser mujer. Las mujeres son entrenadas para esconder a cualquier costo el hecho de que menstrúan. Las manchas de sangre en la ropa constituyen una horrible vergüenza. Nadie dice nunca: "No quiero ir a trabajar o a la fiesta porque estoy menstruando", a menos de que se sienta enferma por ello y en ese caso por lo general dirá que tiene dolor de cabeza o un problema digestivo.

Cuando el útero y la menstruación son vistos únicamente como una incómoda necesidad biológica, la autoestima de las mujeres es correspondientemente baja. Nosotros somos nuestros cuerpos, y no podemos realmente amarnos en lo profundo de nuestros corazones si no amamos nuestros cuerpos sinceramente. Y no amas tu cuerpo si te sorprendes diciendo "¡Oh, no! ¡Me bajó la regla!"

En el siglo XIX, la menstruación era vista por los médicos como un signo más de la inferioridad y debilidad de las mujeres. Sin embargo, por lo general hay al menos un chispazo de verdad en cualquier ideología, y los médicos de la era Victoriana no estaban completamente equivocados cuando señalaban la importancia de la menstruación con respecto a la salud general de las mujeres, de la relación entre útero y psique, o de la cordura de descansar durante los períodos. Hemos tendido a rechazar todo esto porque nos recuerda el tiempo en que las vidas de las mujeres estaban más controladas por los hombres, y porque revive los viejos argumentos que mantuvieron a las mujeres atadas a la casa y sin ingerencia en el mundo exterior. También hemos rechazado con bastante razón la idea de que los procesos naturales de ser mujer constituyen una enfermedad. Pero decir que algo no es una enfermedad e ignorarlo por completo no necesariamente son la misma cosa. Al ignorar la menstruación como reacción a las ideas de la era Victoriana, quizás hemos perdido contacto con un persistente hilo de conciencia de su valor en la vida de las mujeres.

Los cambios que han tenido lugar en la vida de las mujeres durante los últimos treinta años podrían parecer una revolución, pero en muchos casos han sido más bien una asimilación. Las mujeres que buscan poder en un mundo masculino han tenido la tendencia de hacerlo convirtiéndose en pseudo-hombres. Y quizás inadvertidamente el feminismo ha desempeñado un papel en la supresión de la menstruación. Uno de los miedos más grandes que he encontrado en mujeres exitosas y ambiciosas cuando hablo de las ideas antiguas del poder de la menstruación, es que esto afecte de algún modo su mito de ser "tan buenas como los hombres y a veces mejores". Muchas mujeres no quieren profundizar en el tema de la menstruación, asustadas de lo que pudieran descubrir. Les parece mejor suprimir sus sentimientos con tranquilizantes, rociarse con desodorantes vaginales para disfrazar el olor de la sangre, anestesiar su dolor con químicos, y absorber su sangre con tampones de modo que no tengan que verla. Es más fácil ser una mujer exitosa en un mundo de hombres si apenas reconoces que menstrúas.

La tecnología de la supresión —tampones, desodorantes vaginales, calmantes sofisticados y drogas antidepresivas— ha actuado junto con el mito de la supermujer para crear una actitud cultural predominante de que una mujer menstruando no es diferente de la que no menstrúa. El problema con todo esto es que simplemente no es verdad. Cualquier mujer remotamente en contacto con su cuerpo sabe que cuando está menstruando, y por lo general días antes, se siente distinta. Y éste es un hecho de la naturaleza que no puede ser negado.

Uno de los aspectos de la menstruación que ahora amo y aprecio es la predecible imposibilidad de predecirla. Una nunca sabe cuándo vendrá exactamente y algunas veces te toma completamente por sorpresa. Y no sólo no toma en cuenta los horarios sino que además es un lío. Tratamos tanto de ordenar y hacer sanitaria la vida moderna que corremos el riesgo de que no quede vida en nosotros. Las menstruaciones nos salvan de ese destino —son un aspecto salvaje y primitivo, crudo e instintivo, sangriento y eterno de lo femenino— y ninguna cantidad de "civilización" cambiará eso. Mi período es un acontecimiento mensual en mi vida que tengo en común con todas las mujeres que han vivido. Las mujeres que vivían en cuevas hace 20,000 años, las sacerdotisas en las pirámides del antiguo Egipto, las videntes de los templos de Sumeria: todas ellas sangraban con la Luna. La primera mujer que produjo el fuego pudo haber estado menstruando en esa ocasión. Eso es algo en qué pensar. Si la menstruación es un tiempo altamente creativo para las mujeres en el aspecto psíquico y espiritual, quién sabe cuántos regalos habrá recibido la humanidad de las mujeres durante sus períodos.

El valor que asignamos a la menstruación tiene correlación directa con el valor que nos asignamos como mujeres. Y esto afecta a los hombres también. Pensamos que los sexos están separados, y de algún modo así es. Pero por otro lado todos somos parte de la misma gran sopa humana, y el modo en que las mujeres se ven a sí mismas y son vistas afecta también a los hombres. Tal pareciera en la superficie que los hombres han tenido la ventaja durante los pasados varios miles de años, pero eso es verdad sólo desde cierta perspectiva. Tanto hombres como mujeres han sacado provecho y han sufrido por los desequilibrios de la sociedad patriarcal. También los hombres han sido separados de sus cuerpos y de sus sentimientos, y del placer y curación que son posibles cuando se dan relaciones basadas en la cooperación más que en la jerarquía y la dominación.

Imagina un mundo en el que hombres y mujeres trabajen juntos para desarrollar el sentido de paz interna que se produce al sentarse quieto un par de días al mes; un mundo en el que los hombres apoyen a las mujeres para que pasen algunos días en calma y silencio; un mundo en el que la sangre menstrual sea otra vez un fluido mágico con el poder de nutrir la vida nueva; un mundo en el que la menstruación sea entendida como el Sabbath de las mujeres —un espacio natural dentro de un ciclo lunar para el retiro, la introversión y el trabajo interno; un mundo del cual las mujeres emerjan como la misma luna nueva, renovadas y mudadas de la vieja piel.

Hace algunos años tuve la oportunidad de pasar largas temporadas sola en un lugar hermoso en las Sierras a orillas del Lago Tahoe, un lugar vasto y azul sagrado para los Indios. Comencé a retirarme por completo cuando tenía mi período, quedándome quiera y sola, sentada en la tierra bajo el sol, con lagartijas y grajos azules como compañía, con el viento y la luna y el sol, las ondas y los colores de la superficie del lago guiándome y entreteniéndome. Viajaba dentro de mi psique y me encontraba repentinamente llorando por algo olvidado hace mucho, algún suceso de mi niñez o adolescencia. Mi período se volvió un tiempo en el que era particularmente capaz de abrirme al material psicológico y a soltar emociones. Noté que después de los primeros días de sangrado me quedaba muy quieta y callada durante aproximadamente un día, y aparentemente no sucedía nada, un espacio vacío después del llanto y los recuerdos. Luego, conforme mi período terminaba, había varias horas de claridad en las que era particularmente creativa y abierta a información acerca del futuro, por lo general del mes siguiente, pero a veces más adelante aún.

Este patrón continúa, aunque usualmente es menos intenso hoy en día. Gran parte de los embrollos psicológicos que guardaba profundamente han sido soltados —probablemente tanto como mi psique quiere hacerse cargo en esta etapa de mi vida. Ahora me siento más actualizada conmigo misma, así que hay menos cosas que soltar, por lo general son simplemente cosas a las que me he aferrado durante el último mes. Todavía lucho con el tiempo vacío y a menudo comienzo a hacer cosas, imaginando que no está sucediendo nada internamente, sintiendo que sería mejor regresar a mis actividades en el mundo externo. Con frecuencia esto tiene repercusiones y encuentro que logro muy poco y gasto mucha energía. Es difícil sentarse quieta cuando no surge nada en qué trabajar, me es difícil honrar ese vacío aunque sé que precede a la creatividad, la inspiración y la percepción interna. Todo es parte del proceso, pero se trata de una parte sin dramatismo y aún tengo la tendencia de tratarlo sin miramientos.

No suelo practicar la meditación todos los días. Prefiero ajustar mi tiempo de contemplación a mis propios impulsos. Cuando tengo mi período, a menudo entro en un espacio callado, solitario y meditativo durante tres o cuatro días, y luego mucho menos frecuentemente el resto del mes. Siento esto como un ritmo muy natural para mí, y es por eso que considero el tiempo de sangrado como el Sabbath de las mujeres.



Sangrar en la Tierra

Tradicionalmente, las mujeres Nativo Americanas acudían al recinto de la luna mientras menstruaban y sangraban sobre musgo, sentadas en la tierra. Consideran que la relación entre las mujeres y la tierra es de suma importancia, y dicha relación es nutrida mediante sangrar en la tierra. Cuando las mujeres hacen esto tienen una conexión celular directa con la tierra, lo cual las ayuda a centrarse y a "hacer tierra".

La primera vez que escuché la idea de sangrar en la tierra de una amiga mía, pensé que sonaba un poco tonto, un poco pretencioso. Pero comencé a hacerlo tentativamente, y empecé a sentir un vestigio de conexión con algo muy antiguo. Uno de los problemas que tuve fue averiguar cómo hacerlo. Las mujeres nativo Americanas solían sentarse sobre musgo en la casa de la luna. ¿Dónde se suponía que debía sentarme a sangrar? Aún si encontraba un buen pedazo de tierra donde sentarme, no quería quedarme ahí todo el tiempo. Entonces comencé a usar almohadillas de tela para absorber mi sangre, las que remojaba en agua antes de lavarlas. Me di cuenta de que podía verter el agua de remojo en la tierra, así que eso es lo que hago ahora. El agua es de un hermoso color rojo, y la vierto en la tierra alrededor de las plantas. Este acto me llena con un sentimiento de conexión, de propiedad, de estar en paz con algo que a menudo es hecho a un lado en la vida moderna. Actos simples de valor, sabiduría simple.

Es como cortar leña, arrullar a un bebé, hornear pan o beber de un riachuelo silvestre. Es uno de esos actos de ser un ser humano que está fuera del tiempo, que tiene un valor eterno, parte de estos continuos giros de vida y muerte. Las células que mueren en mi cuerpo y que son transportadas en la sangre menstrual, son alimento para la tierra. Lo que muere da a luz. Lo que muere alimenta a quienes viven y habrán de vivir.

Si ignoro mi sangre me distancio de este conocimiento. Temo a mi sangre y me desagrada, pues si desconozco que también es alimento, que también es un regalo que yo porto, entonces la veo como mera pérdida. Un desperdicio de sangre, un desperdicio de tiempo, un bebé que no fue concebido. Ya sea que desee un embarazo o no, mi sangre es siempre un regalo. Y es un regalo en el sentido literal, así como un regalo psíquico para mí misma. Es un regalo de mi cuerpo a la tierra: la madre que me ha alimentado y nutrido cada día de mi vida.





Bibliografía:"Daughters of Copper Woman", Anne Cameron, Press Gang 1981

"Blood Magic", Buckley & Gottlieb eds., University of California 1988

"The Once & Future Goddess", Elinor Gadon, Harper & Row 1989

"The Woman's Encyclopedia of Myths & Secrets", Barbara Walker, Harper & Row, 1983







viernes, 7 de enero de 2005

Mujeres que corren con los lobos

Extractos del libro de Clarissa Pinkola Estés





Ballantine Books, New York, 1992





Traducción de Cheryl Harleston









Aquél que no puede aullar, no podrá encontrar su manada. — Charles Simic









De la Introducción - Cantando sobre los Huesos





El arquetipo de la Mujer Salvaje reside en las entrañas, no en la cabeza. Ella puede rastrear y correr y convocar y repeler. Puede percibir, enmascarar y amar profundamente. Es intuitiva, típica y normativa. Es absolutamente esencial para la salud mental y la salud del alma de las mujeres.

Ella es el alma femenina. Sin embargo es más que eso: es la fuente de lo femenino. Es todo lo que pertenece al instinto, a los mundos tanto visibles como ocultos —ella es la base.

Ella es intuición, es capaz de ver claramente a distancia, es capaz de escuchar a profundidad, es de corazón leal. Alienta a los humanos a permanecer plurilingües, hábiles en los lenguajes de los sueños, la pasión y la poesía.

Ella es la voz que dice: "Por aquí, por aquí."

Ella es quien levanta estruendos contra la injusticia. Ella es por quien abandonamos el hogar para buscarla. Ella es a quien regresamos a casa. Ella es lo que nos mantiene en marcha cuando pensamos que ya estamos vencidas.

Unirse a la naturaleza instintiva no significa desatarse, cambiar todo de derecha a izquierda, de negro a blanco, moverse de este a oeste, actuar como loco o fuera de control. No significa perder las socializaciones primarias propias o volverse menos humano. Significa todo lo contrario. La naturaleza salvaje contiene una vasta integridad en sí misma.

Significa establecer territorio, encontrar la propia manada, estar en el propio cuerpo con certeza y orgullo, independientemente de los dones y las limitaciones del cuerpo, hablar y actuar a favor de uno mismo, estar consciente, alerta, recurrir a los poderes femeninos innatos de intuición y percepción, reconocer los propios ciclos, encontrar a lo que uno pertenece, erguirse con dignidad, retener tanta consciencia como se pueda.









Del Capítulo 1 - El Aullido: La Resurrección de la Mujer Salvaje





La Loba, la vieja, La Que Sabe, está dentro de nosotros. Florece en el más profundo psique del alma de las mujeres, la antigua y vital Mujer Salvaje. Ella describe su hogar como ese lugar en el tiempo donde el espíritu de las mujeres y el espíritu de los lobos hacen contacto —el lugar donde su mente y sus instintos se mezclan, donde la vida profunda de una mujer consolida su vida mundana. Es el punto donde el Yo y el Tú se besan, el lugar donde las mujeres corren con los lobos.

La Madre Creación es siempre la Madre Muerte y viceversa. Debido a esta doble naturaleza o doble labor, el gran trabajo frente a nosotros es aprender a entender qué cosas a nuestro alrededor, acerca de nosotros y dentro de nosotros deben vivir, y cuáles deben morir. Nuestro trabajo es entender el momento de ambos sucesos; permitir que muera lo que tiene que morir, y que viva lo que tiene que vivir.

Puedes mellar el alma y doblegarla. Puedes herirla y dejarle cicatrices. Puedes dejar las marcas de la enfermedad en ella, y las marcas ardientes del miedo. Pero el alma no muere, pues La Loba la protege en el mundo subterráneo. Ella es a la vez la que encuentra los huesos y la que los incuba.

Las personas practican la meditación para encontrar alineación psíquica. Por eso las personas practican la psicoterapia y el análisis. Por eso analizan sus sueños y crean arte. Por eso muchos leen el Tarot, el I Ching, bailan, tocan el tambor, hacen teatro, husmean en la poesía, y encienden el fuego de la oración. Por eso hacemos todas las cosas que hacemos. Es la labor de juntar todos los huesos. Luego tenemos que sentarnos junto al fuego y pensar qué canción usaremos para cantar sobre los huesos, qué himno de creación, qué himno de re-creación. Y las verdades que digamos harán la canción.

Hay algunas preguntas buenas que hacerse mientras uno decide la canción, la verdadera canción propia:



· ¿Qué le ha sucedido a la voz de mi alma?

· ¿Cuáles son lo huesos enterrados de mi vida?

· ¿En qué condiciones está mi relación con el Yo instintivo?

· ¿Cuándo fue la última vez que corrí libre?

· ¿Cómo hago para que la vida cobre vida de nuevo?

· ¿A dónde ha ido La Loba?



Regresa y párate bajo esa única flor roja y camina de frente esa última milla, la más difícil. Acércate y golpea en esa puerta vieja y curtida por la intemperie. Sube hasta la cueva. Arrástrate a través de la ventana de un sueño. Escudriña el desierto para ver qué puedes encontrar. Es el único trabajo que tenemos que hacer.

¿Deseas consejo psicoanalítico? Ve a juntar huesos.









Del Capítulo 2 - Acechando al Intruso: La Primera Iniciación





Todas las criaturas deben aprender que existen depredadores. Sin este conocimiento, una mujer no será capaz de transitar con seguridad dentro de su propio bosque sin ser devorada. Entender al depredador es volverse un animal maduro que no es vulnerable por ingenuidad, inexperiencia o tontería.

Una persona predatoria abusa del jugo creativo de una mujer, tomándolo para su propio placer o uso, dejándola en blanco y preguntándose qué sucedió, mientras que ellos mismos se vuelven de alguna manera más vigorosos y robustos.

El patrón de ceder la vida central de uno pudo haber comenzado en la infancia, fomentado por guardianes que deseaban los dones y la belleza de la niña para acrecentar el propio vacío y hambre de los guardianes. Por lo general, una mujer con buenos instintos sabe que el depredador se encuentra cerca cuando se descubre involucrada en una relación o situación que provoca que su vida se vuelva más pequeña en vez de más grande.

Muchas mujeres han vivido literalmente el cuento de Barba Azul. Se casan siendo aún ingenuas en cuanto a los depredadores, y eligen a alguien que resulta ser destructivo para sus vidas. Están decididas a "curarlo" con amor. De alguna manera están "jugando a la casita". Se podría decir que han pasado demasiado tiempo exclamando: "En realidad su barba no es tan azul."

Aunque podría ser la pareja misma de la mujer quien la denigra y desmantela su vida, coincide con el depredador innato dentro de su propio psique. Mientras la mujer sea forzada a creer que no tiene poder, y/o sea entrenada a no registrar conscientemente lo que ella sabe que es verdad, los impulsos y dones femeninos de su psique seguirán siendo asesinados.

La engañosa promesa del depredador es que la mujer se convertirá en reina de alguna manera, cuando de hecho se está planeando su asesinato. Existe una salida de todo esto, pero uno deberá tener una llave.

La llave es tanto el permiso como la aprobación de conocer los secretos más profundos y oscuros del psique, en este caso ese algo que negligentemente denigra y destruye el potencial de una mujer.

Plantear la pregunta apropiada es la acción central de la transformación —en los cuentos de hadas, en el análisis y en la individuación. Las preguntas son las llaves que hacen que las puertas secretas del psique se abran de par en par.



¿En dónde piensas que está esa puerta, y qué podría haber del otro lado?

¿Qué hay detrás de lo visible?

¿Qué hace que esa sombra se asome en la pared?

¿Qué cosa no es como parece?

¿Qué es lo que yo sé en lo profundo de mis ovarios que desearía no saber?

¿Qué parte de mí ha sido asesinada o yace muriendo?



Quienes han de desarrollar la consciencia buscan con afán todo lo que yace detrás de lo fácilmente observable: el chirriar invisible, la ventana sombría, la quejumbrosa puerta, el filo de luz bajo el alféizar. Buscan con afán estos misterios hasta que la substancia de la materia se abre ante ellos.

En lugar de desdeñar al depredador del psique o huir de él, lo desmembramos.

Desmantelamos al depredador oponiéndonos a sus peroratas con nuestras propias verdades nutridoras. El depredador: "Nunca terminas lo que empiezas." Tú: "Termino muchas cosas." Desmantelamos los ataques del depredador natural tomándonos a pecho y trabajando con lo que es verdad en lo que dice el depredador y luego descartando el resto. Lo desmantelamos manteniendo nuestras intuiciones e instintos, y resistiéndonos a sus seducciones.

Cuando nos rehusamos a albergar al depredador, se extrae su fuerza y es incapaz de actuar sin nosotros. Cuando el energum psíquico del depredador se disuelve, puede ser moldeado para otro propósito. Entonces nos convertimos en creadores; la substancia prima reducida se vuelve la materia de nuestra propia creación.

La rabia del depredador puede convertirse en un fuego del alma para realizar una gran labor en el mundo. La astucia del depredador puede usarse para inspeccionar y entender las cosas a cierta distancia. La naturaleza asesina del depredador puede usarse para matar aquello que debe morir apropiadamente en la vida de una mujer, o a lo que ella debe morir en su vida externa.









Del Capítulo 3 - Olfateando los Hechos: La Recuperación de la Intuición como Iniciación





Tener buena intuición, buen poder, causa trabajo. Causa trabajo en primer lugar en la observación y comprensión de las fuerzas negativas y desequilibrios tanto internos como externos. En segundo lugar, causa esfuerzo el reunir la voluntad para hacer algo con lo que uno ve, ya sea por el bien, por el equilibrio, o para permitir que algo muera.

No te mentiré: es más fácil deshacerse de la luz y dormirse, pues con ella vemos claramente todos los lados de nosotros mismos y de otros, tanto lo desfigurado como lo divino, y todas las condiciones entre ambos.

Sin embargo, con esta luz vienen a la consciencia los milagros de belleza profunda en el mundo y en los humanos. Con esta luz penetrante uno puede ver más allá de la acción mala hasta el corazón bueno, uno puede vislumbrar el espíritu dulce aplastado bajo el odio, uno puede entender mucho en lugar de sólo estar perplejo. Esta luz puede diferenciar las capas de personalidad, intención y motivos en los otros. Puede determinar la consciencia e inconsciencia en uno mismo y en los demás. Es la vara del conocimiento. Es el espejo en el que todas las cosas se perciben. Es la profunda naturaleza salvaje.

No obstante, hay momentos en que sus informes son dolorosos y casi imposibles de soportar: pues también señala donde hay traiciones preparándose, donde hay falta de valentía en quienes dicen lo contrario. Señala la envidia que yace como grasa fría detrás de una sonrisa cálida; señala las miradas que son meras máscaras del disgusto. En relación a uno mismo, su luz es igualmente intensa: brilla sobre nuestros tesoros y nuestras debilidades.

La manera para mantener la conexión con lo salvaje es preguntarte a ti mismo qué es lo que tú quieres. Una de las discriminaciones más importantes que podemos hacer en esta cuestión es la diferencia entre las cosas que nos atraen desde afuera y las cosas que nos llaman desde nuestra alma.

Elegimos algo porque casualmente estaba bajo nuestras narices en ese preciso momento. No es necesariamente lo que queremos, pero es interesante, y mientras más lo miramos, más atractivo se vuelve.

Cuando estamos conectados con el yo instintivo, con el alma de lo femenino que es natural y salvaje, entonces en lugar de mirar lo que casualmente está en exhibición, nos decimos: "¿De qué tengo hambre?" Sin ver nada externamente, nos aventuramos dentro de nosotros y preguntamos: "¿Qué es lo que anhelo? ¿Qué deseo en este momento? ¿Qué apetezco? ¿Qué quiero? ¿Qué ansío?"

Se requiere de espíritu, voluntad y sentido del alma, y a menudo significa insistir en lo que uno quiere.









Del Capítulo 4 - La Pareja: La Unión con el Otro





Si las mujeres quieren que los hombres las conozcan, que realmente las conozcan, ellas tienen que enseñarles algo del conocimiento profundo. Algunas mujeres dicen que están cansadas, que ya han hecho demasiado en esta área. Sugiero humildemente que han estado tratando de enseñarle a un hombre a quien no le interesa aprender. La mayoría de los hombres quieren saber, quieren aprender. Cuando los hombres muestran esa voluntad, entonces es el momento de revelar cosas: no sólo porque sí, sino porque otra alma lo ha pedido.

Para ganarse el corazón de la mujer salvaje, una pareja deberá entender plenamente la dualidad natural en ella. Cualquier persona cercana a una mujer salvaje de hecho está en presencia de dos mujeres: un ser externo y una criatura interna, una que vive en el mundo de arriba, y otra que vive en el mundo no tan fácilmente visible. El ser externo vive bajo la luz del día y es fácilmente observable. A menudo es pragmática, aculturada, y muy humana. La criatura, no obstante, con frecuencia viaja a la superficie desde muy lejos, a menudo apareciendo para luego desaparecer con la misma velocidad, sin embargo dejando siempre tras de sí un sentimiento: algo sorprendente, original y sabio.

Una mujer posee tremendos poderes cuando los aspectos duales individuales son reconocidos conscientemente y contemplados como unidad, sosteniéndolos juntos en lugar de mantenerlos separados. El Poder de Dos es muy fuerte y ninguno de los dos lados de la dualidad debe ser desatendido. Necesitan ser alimentados por igual, pues juntos aportan un poder sobrenatural al individuo.









Del Capítulo 5 - De Cacería: Cuando el Corazón es un Cazador Solitario





Hay labores que enseñan a un alma a amar bien y profundamente a otra:



1. Descubrir a la otra persona como una especie de tesoro espiritual.

2. Perseguir y esconderse: un tiempo de esperanzas y miedos para ambos.

3. Desenredar y entender los aspectos de Vida/Muerte/Vida de la relación, y la compasión por la labor.

4. Relajarse en la confianza: la habilidad de descansar en la presencia y la buena voluntad del otro.

5. Compartir tanto sueños futuros como tristezas pasadas.

6. Utilizar el corazón para cantar nueva vida.

7. Entremezclar los cuerpos y las almas.









Del Capítulo 6 - Encontrando la Propia Manada: La Bendición de Pertenecer





La naturaleza salvaje, cuando es presionada hacia circunstancias de poco nutrimiento, instintivamente procura continuar a pesar de todo. La naturaleza salvaje instintivamente se sostiene y se mantiene firme, a veces con estilo, otras veces con poca gracia, pero se sostiene.

Aún cuando sólo hayamos escuchado o visto o soñado en un maravilloso mundo salvaje al que alguna vez pertenecimos, aún cuando no lo hayamos tocado todavía, o sólo momentáneamente, aún cuando no nos identifiquemos como parte de él, el recuerdo de ese mundo es un faro que nos guía hacia lo que pertenecemos, y para el resto de nuestras vidas.

¿Cuál es la nutrición básica del alma? Pues difiere de criatura a criatura, pero aquí hay algunas combinaciones. Considéralas como macrobiótica psíquica. Para algunas mujeres, el aire, la noche, la luz del sol y los árboles son necesidades. Para otras, las palabras, el papel y los libros son las únicas cosas que sacian. Para otras más, el color, la forma, la sombra y el barro son los absolutos. Algunas mujeres deben saltar, inclinarse y correr, pues sus almas ansían bailar. Y otras más ansían tan sólo una paz recargada en un árbol.









Del Capítulo 7 - El Cuerpo Gozoso: La Carne Salvaje





El poder cultural del cuerpo es su belleza, pero el poder en el cuerpo es raro, pues la mayoría lo ha ahuyentado con su tortura de o su vergüenza por la carne.

No existen los "debería" en los cuerpos. No se trata del tamaño de la forma o años de edad, y ni siquiera se trata de tener dos de cada cosa, pues algunos no tienen. Pero la cuestión salvaje es: ¿Siente este cuerpo? ¿Tiene una conexión apropiada con el placer, con el corazón, con el alma, con lo salvaje? ¿Tiene felicidad, alegría? ¿Puede a su manera propia moverse, bailar, zangolotearse, oscilar, embestir? Nada más importa.









Del Capítulo 8 - Autoconservación: Identificando las Trampas de Piso, Jaulas y Carnadas Envenenadas





Cuando está muy hambrienta, una mujer aceptará cualquier substituto que se le ofrezca, incluyendo aquéllos que, como placebos, no hacen nada por ella, así como los destructivos y los que ponen en riesgo su vida, que la hacen perder horriblemente su tiempo y sus talentos, o exponen su vida a peligros físicos. Es el hambre del alma lo que hace que una mujer elija cosas que la harán bailar alocadamente fuera de control —y demasiado cerca de la puerta del verdugo.

Nueve de diez veces una mujer con un problema espiritual/psicológico que la lleva a caer en trampas y a ser gravemente herida, es una mujer que actualmente está pasando o ha pasado hambre del alma.

La mujer con el instinto herido por lo general se pone en evidencia porque se le dificulta pedir ayuda o reconocer sus propias necesidades. Sus instintos naturales de pelear o huir están drásticamente disminuidos o extinguidos. El reconocimiento de las sensaciones de saciedad, mal sabor, sospecha, cautela, y el impulso de amar plena y libremente son inhibidos o exagerados.

Uno de los ataques más insidiosos al Yo salvaje es el ser dirigido a actuar correctamente, dando a entender que uno será recompensado (si acaso). Mientras que la consistencia, el seguimiento y la organización son esenciales para poner en práctica una vida creativa, el antiguo precepto femenino de "ser decorosa" mata cualquier oportunidad de expansión.

Cuando la colectividad es hostil hacia la vida natural de una mujer, en lugar de aceptar las etiquetas despectivas o irrespetuosas que le colocan encima, ella puede y debe, como el patito feo, mantenerse firme, sostenerse y buscar a lo que pertenece -y preferiblemente vivir más, florecer más y crear más que aquéllos que la envilecieron.









Del Capítulo 9 - Volviendo a Casa: El Regreso a Una Misma





En las culturas de caza, la piel equipara al alimento como el producto más importante de supervivencia. Psicológicamente, estar sin piel causa que una mujer persiga lo que ella cree que debe hacer, en lugar de lo que verdaderamente desea. Le causa seguir a cualquier persona o cosa que le de la impresión de ser la más fuerte —sea bueno para ella o no. Y entonces ella brincará mucho y mirará poco. Es jocosa en lugar de incisiva, se ríe de las cosas, aplaza las cosas. Se muestra renuente a dar el siguiente paso, a hacer el descenso necesario y a mantenerse ahí el tiempo suficiente para que algo suceda.

Desde el momento en que nacemos hay un impulso salvaje dentro de nosotros que desea que nuestra alma conduzca nuestra vida, pues el ego está limitado en cuanto a lo que puede entender. Imagina al ego con una correa permanente y relativamente corta; sólo puede llegar hasta cierto punto dentro de los misterios de la vida y del espíritu. Por lo general se asusta. Tiene el mal hábito de reducir todo lo sobrenatural a un "no es nada más que..." Exige que los hechos sean observables. Las pruebas que son de naturaleza emocional o mística con frecuencia no le sientan bien. Es por eso que el ego se siente solo.

Como todas las demás cosas solitarias o hambrientas, el ego ama la luz. Ve luz y la posibilidad de estar cerca del alma, y se acerca furtivamente a ella para robarle uno de sus camuflajes esenciales. Por su hambre de alma, nuestro propio ego roba la piel.

Es difícil reconocer nuestra condición hasta que nos volvemos como la mujer foca en su aflicción: se nos desprende la piel, cojeamos, perdemos jugo, perdemos la vista. Así pues, es un regalo de la inmensa vitalidad del psique que en lo profundo del inconsciente haya alguien que llama, un ser muy antiguo que sale a la superficie de nuestra consciencia y comienza a llamarnos incesantemente para que regresemos a nuestra verdadera naturaleza.

Es una característica profunda del psique salvaje que, si no vamos por cuenta propia, si no estamos prestando atención a nuestras temporadas y al momento de regresar, la Anciana vendrá por nosotras, llamando y llamando hasta que algo en nosotras responda.

Puesto que el psique es un sistema completo, todos sus elementos hacen resonancia al llamado. El desasosiego de una mujer durante ese tiempo a menudo va acompañado de irritabilidad y una sensación de que todo está demasiado cerca para sentirse cómoda, o demasiado lejos para sentir paz. Ella se siente desde un poco hasta muy "perdida", pues ha permanecido demasiado tiempo lejos de casa. Estos sentimientos son justamente los que requiere sentir. Esa sensación de estar dividida viene de escuchar, consciente o inconscientemente, algo que nos llama, que nos llama a regresar, algo a lo que no podemos negarnos sin lastimarnos.

Hogar es donde un pensamiento o un sentimiento pueden ser sustentados en lugar de ser interrumpidos o arrebatados de nosotros porque otra cosa nos esté exigiendo nuestro tiempo y atención.

Hogar es una sensación o estado de ánimo sostenido que nos permite experimentar sentimientos que no necesariamente están sustentados en el mundo mundano: asombro, visión, paz, liberación de las preocupaciones, liberación de las exigencias, liberación del constante parloteo.

Hogar es la vida instintiva primitiva donde todo es como debe ser, donde todos los ruidos suenan bien, y la luz es buena, y los olores nos hacen sentir más calmados en lugar de alarmarnos.









Del Capítulo 10 - Agua Clara: Nutriendo la Vida Creativa





Si quieres matar algo, simplemente pórtate frío con ello. En cuanto uno se congela en sentimiento, pensamiento o acción, la relación no es posible. Cuando los humanos quieren abandonar algo en ellos mismos, o abandonar a alguien a su suerte, los ignoran, les retiran la invitación, los dejan fuera, hacen hasta lo imposible para no tener que oír su voz o posar la vista en ellos.

Perder el enfoque significa perder energía. Lo más absolutamente equivocado que podemos intentar cuando hemos perdido el enfoque es apresurarnos a tratar de reunirlo todo otra vez. Apresurarse no es lo que hay que hacer. Sentarse y mecerse es lo que hay que hacer. La paciencia, la paz y el mecerse renuevan las ideas. Simplemente sostener la idea y tener la paciencia de mecerla son lo que algunas mujeres llamarían un lujo. La Mujer Salvaje dice que es una necesidad.

Si has perdido tu enfoque, simplemente siéntate y quédate quieta. Toma la idea y mécela de un lado a otro. Guarda parte de ella y tira otra parte, y se renovará a sí misma. No necesitas hacer otra cosa.

No importa que nuestro enfoque esté en el autodesarrollo, en los asuntos mundiales o en la relación de pareja, el animus se fatigará. No es cuestión de si lo hará o no, es cuestión de cuándo.

La Mujer Salvaje espera que el animus se fatigue de manera regular. Ella no se escandaliza cuando caemos por su puerta. Está preparada. No correrá hacia nosotras en pánico. Simplemente nos levantará y nos abrazará hasta que recuperemos de nuevo nuestro poder.

Una manera poderosa de renovar o fortalecer una intención o acción que se ha fatigado es deshacernos de algunas ideas y enfocarnos.

Enfocarse es usar todos nuestros sentidos, incluyendo la intuición.









Del Capítulo 11 - Calor: Recuperando una Sexualidad Sagrada





El calor de una mujer no es un estado de excitación sexual sino un estado de intensa consciencia sensorial que incluye, pero no se limita a, su sexualidad.

Lo sagrado y lo sensual habitan muy cerca el uno del otro dentro del psique, pues ambos son traídos a la atención mediante un sentido de asombro, no intelectualizando sino experimentando algo a través de las vías físicas del cuerpo, algo que momentánea o eternamente —ya sea un beso, una visión, una carcajada o lo que sea— nos cambia, nos sacude, nos lleva a la cima, alisa nuestras líneas, nos da un paso de baile, un silbido, una verdadera explosión de vida.

Cuando la risa ayuda sin causar daño, cuando la risa aligera, vuelve a alinear, vuelve a ordenar, reafirma el poder y la fuerza, ésta es la risa que genera salud. Cuando la risa hace a las personas sentirse felices por estar vivas, contentas de estar aquí, más conscientes del amor, intensificadas en el eros, cuando les quita la tristeza y las arranca del enojo, eso es sagrado. Cuando las vuelve más grandes, mejores, más generosas, más sensibles, eso es sagrado.









Del Capítulo 12 - Marcando el Territorio: Los Linderos de la Rabia y el Perdón





La rabia corroe nuestra confianza en que algo bueno pueda ocurrir. Algo le ha sucedido a la esperanza. Y atrás de la pérdida de esperanza por lo general hay enojo; atrás del enojo, dolor; atrás del dolor, usualmente tortura de algún tipo, a veces reciente, pero con más frecuencia de mucho tiempo atrás.

Los muertos huérfanos del psique son las palabras, ideas y pensamientos creativos en la vida de una mujer que han sufrido una muerte prematura, y que contribuyen profundamente a su rabia. En cierta forma se podría decir que la rabia es el resultado de los fantasmas que no han sido sepultados apropiadamente.

A pesar de que algunas personas afirman poder crear a partir de su rabia crónica, el problema es que la rabia limita el acceso al consciente colectivo —esa reserva infinita de imágenes y pensamientos imaginales— de tal forma que la persona que crea a partir de la rabia tiende a crear la misma cosa una y otra vez, sin que surja nada nuevo. La rabia no transformada puede convertirse en un mantra constante acerca de cuánto fuimos oprimidos, heridos y torturados.

Libérate a ti mismo de la ilusión de que el presente es una repetición exacta y calculada del pasado.

Para sanar verdaderamente, debemos decir nuestra verdad y no sólo nuestro pesar y dolor, sino también qué daño fue causado, qué enojo, qué disgusto, y también qué deseo de autocastigo o venganza fue evocado en nosotros.

Es posible mantener una especie de válvula de presión para nuestra vida emocional, y uno puede ser fiero y generoso a la vez. Uno puede ser reservado y valioso. Uno puede proteger su territorio, marcar muy claramente sus límites, sacudir el cielo si es necesario, y no obstante estar disponible, ser accesible, ser productivo al mismo tiempo.

La mayoría de las mujeres puede sentir el más mínimo cambio en el temperamento de otro; puede leer rostros y cuerpos —a lo cual se le llama intuición— y a partir de una abundancia de pequeñas pistas que se congregan para darle información, con frecuencia sabe lo que tienen en mente. A fin de utilizar estos dones salvajes, las mujeres permanecen abiertas a todas las cosas. Pero es esta misma apertura lo que hace vulnerables sus límites, exponiéndolas por lo tanto a las heridas del alma.

Si una mujer tiene el instinto herido, a menudo tiene problemas para reconocer la intrusión; se tarda en notar las violaciones de territorio y no registra su propio enojo hasta que está encima de ella.

De manera típica, tales mujeres no actúan desde su rabia en el momento apropiado; quizás se adelanten a los hechos o tengan una reacción retardada semanas, meses o incluso años después, dándose cuenta de lo que debían o podían haber hecho, o lo que hubieran dicho. Por lo general esto no es causado por timidez o introversión, sino por pensar demasiado, por poner demasiado empeño en ser agradables, y por no actuar lo suficiente desde el alma.

El instinto herido debe ser corregido mediante practicar y hacer valer límites fuertes, y practicar respuestas firmes y, cuando sea posible, generosas pero sólidas.

En su psique instintivo, una mujer tiene el poder, cuando es provocada, de enojarse de una manera atenta —y eso es poderoso. El enojo es una de sus maneras innatas de comenzar a estirarse para crear y preservar los equilibrios que considera importantes, todo lo que verdaderamente ama. Es su derecho y, en ciertos momentos y bajo ciertas circunstancias, una obligación moral.

Hay lugar y mucha necesidad para el enojo apropiado y claro, especialmente cuando se han hecho llamadas previas a la consciencia en tonos que van desde el dulce hasta el moderado, que no han sido escuchadas. El enojo es el siguiente paso en la jerarquía de llamar la atención.

A veces las personas se confunden y piensan que estar atascado en una rabia antigua significa fastidiar y lanzar rayos y sobreactuar y sacudir y arrojar objetos. En la mayoría de los casos no significa eso. Significa sentirse cansado todo el tiempo, tener una gruesa capa de cinismo, destruir lo esperanzador, lo tierno, lo prometedor. Significa tener miedo de perder antes de abrir la boca. Significa alcanzar el punto de inflamación por dentro, independientemente de si lo muestras por fuera o no. Significa los silencios biliosos y atrincherados. Significa sentirse desvalido. Pero existe una salida, y es a través del perdón.

Nada que un humano haya hecho, esté haciendo, o pueda hacer está afuera de los confines del perdón. Nada.

El perdón es un acto de creación. Puedes elegir entre muchas maneras de hacerlo. Puedes perdonar por ahora, perdonar hasta entonces, perdonar hasta la siguiente vez, perdonar pero no dar más oportunidades —será un juego enteramente nuevo si ocurre otro incidente. Puedes dar una oportunidad más, dar oportunidad sólo en caso de. Puedes perdonar parte, o todo, o la mitad de la ofensa. Puedes diseñar una manta de perdón. Tú decides.



Las Cuatro Etapas del Perdón:

1. Desistir - Dejarlo en paz, no para pasarlo por alto, sino para volverse ágil y fuerte a fin de desapegarse de la situación.

2. Resistir - Abstenerse de castigar. Tener paciencia, afrontar, canalizar las emociones. Practicar la generosidad.

3. Olvidar - Apartarse del recuerdo, rehusarse a permanecer en el asunto. Olvidar es un empeño activo, no pasivo. El olvido consciente significa abandonar voluntariamente la práctica de obsesionarse, tomar distancia y perderlo de vista intencionalmente, sin mirar atrás, viviendo así en un nuevo paisaje, creando una nueva vida y nuevas experiencias en que pensar en lugar de las antiguas.

4. Perdonar - Abandonar la deuda. Es una decisión consciente de dejar de albergar resentimientos, lo cual incluye renunciar a la determinación de desquitarse.



¿Cómo sabe uno si ya ha perdonado? Tiendes a sentir tristeza por las circunstancias en lugar de rabia, tiendes a sentir pena por la persona en vez de sentirte enojado con ella. Tiendes a no tener nada que te lo recuerde como para comentar algo al respecto. Comprendes el sufrimiento que condujo a la ofensa en primer lugar. Prefieres permanecer fuera del ambiente. No esperas nada. No quieres nada. No hay una soga alrededor de tu tobillo alargándose desde allá atrás hasta acá. Eres libre para irte. Quizás no resultó ser un felices para siempre, pero con toda certeza ahora hay un Había una vez fresco, esperándote desde este día en adelante.









Del Capítulo 13 - Cicatrices de Batalla: Membresía en el Clan de las Cicatrices





Es bueno recordar que en fuerza tensora y habilidad de absorber presión, una cicatriz es más fuerte que la piel.

Las lágrimas son un río que te llevan hacia algún lugar.

Las lágrimas nos hacen conscientes. No hay ocasión de volverse a dormir cuando uno está llorando. Cualquier sueño que llegue entonces será únicamente descanso para el cuerpo.

El Clan de las Cicatrices - esa tribu eterna de mujeres que a través de los tiempos han pasado por algo grande y sin embargo se irguieron orgullosas.

La mayoría de las veces herimos a otros donde, o muy cerca de donde, nosotros mismos hemos sido heridos.









Del Capítulo 14 - La Selva Subterránea: La Iniciación





Una de las cosas más básicas que median entre el mundo del alma y el mundo de la materia es que muchas de las cosas que se nos presentan no son como parecen al primer contacto.

Si en nuestras sociedades modernas las manos del ego deben ser amputadas para recobrar nuestro puesto salvaje, nuestros sentidos femeninos, entonces deberá hacerse a fin de alejarnos de toda seducción de las cosas sin sentido que están a nuestro alcance, cualquiera que sea a lo que nos aferramos para no crecer.

Es un hecho psíquico que cuando uno ha dado a luz algo hermoso también surgirá algo oscuro, aunque sea momentáneamente, algo que está celoso, que carece de comprensión o que muestra desprecio.

El nutrimiento es absolutamente esencial para el viaje, y en cantidades substanciales. De hecho, si no está presente en cantidades adecuadas, el buscador perderá energía, caerá en depresión y se desvanecerá como un suspiro.

Iniciación es el proceso mediante el cual nos volvemos de nuestra inclinación natural a permanecer inconscientes y decidimos que, cueste lo que cueste —sufrimiento, esfuerzo, aguante— buscaremos la unión consciente con la mente profunda, con el Yo Salvaje.









Del Capítulo 15 - Persiguiendo: El Canto Hondo, La Canción Profunda





La palabra reclamación se deriva de la antigua palabra francesa reclaimer, que significa "llamar de regreso al halcón que ha sido dejado volar."

¿Así que cuál es el punto de esta reclamación y enfoque, este llamar de regreso al halcón, este correr con los lobos? Es atacar por la yugular, para llegar hasta el fondo de la semilla y de los huesos de todo y de cualquier cosa en tu vida, porque ahí es donde está tu placer, ahí es donde está tu alegría, ahí es donde yace el Edén de una mujer, ese lugar donde hay tiempo y libertad de ser, de vagar, de preguntarse, de escribir, de cantar, de crear, y de no tener miedo.



jueves, 6 de enero de 2005

Dos centímetros

Proverbio Chino







¿De qué sirve avanzar dos centímetros

en un viaje de dos mil años?

Y sin embargo estamos aquí para recorrerlos.

Cada día, dos centímetros.



Ese es el sentido de nuestras vidas:

saber que dos mil años luz

no son más que el principio del viaje

y permanecer imperturbables,

avanzando

dos centímetros cada día...



miércoles, 5 de enero de 2005

Una vara, dos varas

Tomado del libro Mujeres que Corren con los Lobos, de Clarissa Pinkola Estés, como le fue contado por un viejo africano-americano del Sur.

("Ésta es la manera de los antiguos reyes africanos", le dijo.)

Traducción de Cheryl Harleston





Un anciano que está muriendo pide a su gente acercarse a su lado. Entrega una vara corta y maciza a cada uno de sus muchos hijos, esposas y parientes. "Rompan la vara", les indica. Con algo de esfuerzo, todos parten sus varas en dos.

"Así sucede cuando un alma está sola, sin nadie. Puede quebrarse fácilmente."

A continuación el anciano le da otra vara a cada uno, diciendo: "Así es como quiero que vivan después de mi muerte. Coloquen sus varas juntas, en manojos de dos y tres. Ahora rompan esos manojos en dos."

Nadie puede romper las varas cuando están dos o más en manojo. El anciano sonríe. "Somos fuertes cuando nos apoyamos en otra alma. Cuando estamos con otro, no podemos quebrarnos."



martes, 4 de enero de 2005

Las historias son medicina

Las historias son medicina. Tienen ese poder. No requieren que hagamos, seamos o actuemos nada, sólo necesitamos escuchar. Los remedios para reparar o reclamar cualquier impulso psíquico están contenidos en las historias. Las historias generan excitación, tristeza, preguntas, anhelos y comprensiones que espontáneamente traen el arquetipo de nuevo a la superficie.


Aliento a las personas a hacer su propia labor de minería buscando historias, pues los nudillos raspados, dormir en el suelo frío, andar a tientas en la oscuridad y las aventuras del camino lo valen todo. Debe haber un poco de sangre derramada en cada historia, si es que ésta habrá de llevar medicina.

Clarissa Pinkola Estés

lunes, 3 de enero de 2005

Tengo el derecho de...

Tengo el derecho de amar y ser amado.

Tengo el derecho de expresar o guardar mis sentimientos, ideas y experiencias.

Tengo el derecho de ser el propio juez de mis hechos.

Tengo el derecho de ser respetado como persona en mi individualidad.

Tengo el derecho de equivocarme.

Tengo el derecho de cambiar de opinión.

Tengo el derecho de no ser perfecto.

Tengo el derecho de no caerle bien a todos.

Tengo el derecho de pedir lo que necesito.

Tengo el derecho de rehusar solicitudes de los demás sin sentirme culpable.

Tengo el derecho y la responsabilidad de controlar y dirigir mi propia vida



domingo, 2 de enero de 2005

Amar a un Ser Humano



· Amar a un ser humano es aceptar la oportunidad de conocerlo verdaderamente y disfrutar de la aventura de explorar y descubrir lo que guarda más allá de sus máscaras y sus defensas; contemplar con ternura sus más profundos sentimientos, sus temores, sus carencias, sus esperanzas y alegrías, su dolor y sus anhelos; es comprender que detrás de su careta y su coraza, se encuentra un corazón sensible y solitario, hambriento de una mano amiga, sediento de una sonrisa sincera en la que pueda sentirse en casa; es reconocer, con respetuosa compasión, que la desarmonía y el caos en los que a veces vive son el producto de su ignorancia y su inconsciencia, y darte cuenta de que si genera desdichas es porque aún no ha aprendido a sembrar alegrías, y en ocasiones se siente tan vacío y carente de sentido, que no puede confiar ni en si mismo; es descubrir y honrar, por encima de cualquier apariencia, su verdadera identidad, y apreciar honestamente su infinita grandeza como una expresión única e irrepetible de la Vida.



· Amar a un ser humano es brindarle la oportunidad de ser escuchado con profunda atención, interés y respeto; aceptar su experiencia sin pretender modificarla sino comprenderla; ofrecerle un espacio en el que pueda descubrirse sin miedo a ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse sin ser forzado a revelar aquello que considera privado; es reconocer y mostrar que tiene el derecho inalienable de elegir su propio camino, aunque éste no coincida con el tuyo; es permitirle descubrir su verdad interior por si mismo, a su manera: apreciarlo sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo, sin pedirle que se amolde a tus ideales, sin exigirle que actúe de acuerdo con tus expectativas; es valorarlo por ser quien es, no por como tu desearías que fuera; es confiar en su capacidad de aprender de sus errores y de levantarse de sus caídas más fuerte y más maduro, y comunicarle tu fe y confianza en su poder como ser humano.





· Amar a un ser humano es atreverte a mostrarte indefenso, sin poses ni caretas, revelando tu verdad desnuda, honesta y transparente; es descubrir frente al otro tus propios sentimientos, tus áreas vulnerables; permitirle que conozca al ser que verdaderamente eres, sin adoptar actitudes prefabricadas para causar una impresión favorable; es exponer tus deseos y necesidades, sin esperar que se haga responsable de saciarlas; es expresar tus ideas sin pretender convencerlo de que son correctas; es disfrutar del privilegio de ser tú mismo frente al otro, sin pedirle reconocimiento alguno, y en esta forma, irte encontrando a ti mismo en facetas siempre nuevas y distintas; es ser veraz, y sin miedo ni vergüenza, decirle con la mirada cristalina, "este soy, en este momento de mi vida, y esto que soy con gusto y libremente, contigo lo comparto...si tú quieres recibirlo".



· Amar a un ser humano es disfrutar de la fortuna de poder comprometerte voluntariamente y responder en forma activa a su necesidad de desarrollo personal; es creer en él cuando de si mismo duda, contagiarle tu vitalidad y tu entusiasmo cuando está por darse por vencido, apoyarlo cuando flaquea, animarlo cuando titubea, tomarlo de las manos con firmeza cuando se siente débil, confiar en él cuando algo lo agobia y acariciarlo con dulzura cuando algo lo entristece, sin dejarte arrastrar por su desdicha; es compartir en el presente por el simple gusto de estar juntos, sin ataduras ni obligaciones impuestas, por la espontánea decisión de responderle libremente.





· Amar a un ser humano es ser suficientemente humilde como para recibir su ternura y su cariño sin representar el papel del que nada necesita; es aceptar con gusto lo que te brinda sin exigir que te dé lo que no puede o no desea; es agradecerle a la Vida el prodigio de su existencia y sentir en su presencia una auténtica bendición en tu sendero; es disfrutar de la experiencia sabiendo que cada día es una aventura incierta y el mañana, una incógnita perenne; es vivir cada instante como si fuese el último que puedes compartir con el otro, de tal manera que cada reencuentro sea tan intenso y tan profundo como si fuese la primera vez que lo tomas de la mano, haciendo que lo cotidiano sea siempre una creación distinta y milagrosa.



· Amar a un ser humano es atreverte a expresar el cariño espontáneamente a través de tu mirada, de tus gestos y sonrisas; de la caricia firme y delicada, de tu abrazo vigoroso, de tus besos, con palabras francas y sencillas; es hacerle saber y sentir cuanto lo valoras por ser quien es, cuánto aprecias sus riquezas interiores, aún aquellas que él mismo desconoce; es ver su potencial latente y colaborar para que florezca la semilla que se encuentra dormida en su interior; es hacerle sentir que su desarrollo personal te importa honestamente, que cuenta contigo; es permitirle descubrir sus capacidades creativas y alentar su posibilidad de dar todo el fruto que podría; es develar ante sus ojos el tesoro que lleva dentro y cooperar de mutuo acuerdo para hacer de esta vida una experiencia más rica y más llena de sentido.





· Amar a un ser humano es también atreverte a establecer tus propios límites y mantenerlos firmemente; es respetarte a ti mismo y no permitir que el otro transgreda aquello que consideras tus derechos personales; es tener tanta confianza en ti mismo y en el otro, que sin temor a que la relación se perjudique, te sientas en libertad de expresar tu enojo sin ofender al ser querido, y puedas manifestar lo que te molesta e incomoda sin intentar herirlo o lastimarlo. Es reconocer y respetar sus limitaciones y verlo con aprecio sin idealizarlo; es compartir y disfrutar de los acuerdos y aceptar los desacuerdos, y si llegase un día en el que evidentemente los caminos divergieran sin remedio, amar es ser capaz de despedirte en paz y en armonía, de tal manera que ambos se recuerden con gratitud por los tesoros compartidos.



· Amar a un ser humano es ir más allá de su individualidad como persona; es percibirlo y valorarlo como una muestra de la humanidad entera, como una expresión del Hombre, como una manifestación palpable de esa esencia trascendente e intangible llamada "ser humano", de la cual tú formas parte; es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible de la naturaleza humana, que es tu propia naturaleza, con toda su grandeza y sus limitaciones; apreciar tanto las facetas luminosas y radiantes de la humanidad, como sus lados obscuros y sombríos; amar a un ser humano, en realidad, es amar al ser humano en su totalidad; es amar la auténtica naturaleza humana, tal como es, y por tanto, amar a un ser humano es amarte a ti mismo y sentirte orgulloso de ser una nota en la sinfonía de este mundo.





©1995, Andrea Weitzner

sábado, 1 de enero de 2005

Imagina una mujer que se ama a sí misma





1

Imagina una mujer que cree que es correcto y bueno ser una mujer.

Una mujer que honra su experiencia y cuenta sus historias.

Que se niega a soportar los pecados de otros en su cuerpo y en su vida.

2

Imagina una mujer que reconoce las influencias del pasado sobre el presente.

Una mujer que ha transitado de principio a fin su pasado.

Que ha sanado en el presente.

3

Imagina una mujer que ama a su propio cuerpo.

Una mujer que cree que su cuerpo es adecuado, tal como es.

Que celebra los ritmos y los ciclos de su cuerpo como un recurso exquisito.

4

Imagina una mujer que acepta su sexualidad como propia.

Una mujer que se deleita dándose placer.

Que experimenta sus sensaciones eróticas sin vergüenza y sin culpa.

5

Imagina una mujer que adora el cuerpo de la Diosa en su cuerpo cambiante.

Una mujer que celebra la acumulación de sus años y su sabiduría.

Que se niega a usar su preciosa energía vital ocultando los cambios de su cuerpo y de su vida.

6

IImagina una mujer que tiene acceso a todo el campo de emociones humanas.

Una mujer que expresa sus sentimientos clara y directamente.

Que permite que ellos transiten a través suyo tan airosamente como una exhalación.

7

Imagina una mujer que dice la verdad.

Una mujer que confía en su experiencia del mundo y lo expresa.

Que se niega a postergarse a los pensamientos, percepciones y respuestas de otros.

8

Imagina una mujer que sigue sus impulsos creativos.

Una mujer que produce creaciones originales.

Que se niega a colorear dentro de las líneas trazadas por otro.

9

Imagina a una mujer que bautiza a sus propios dioses.

Una mujer que imagina la divinidad a su imagen y semejanza.

Que diseña una espiritualidad personal para guiar su vida diaria.

10

Imagina una mujer que se niega a rendirse a dioses, gurúes y poderes superiores.

Una mujer que ha descendido a su propia vida interior.

Que mantiene su voluntad en armonía con sus impulsos y sus instintos.

11

Imagina una mujer que está interesada en su propia vida.

Una mujer que abraza su vida como maestra, sanadora, y la desafía.

Que agradece los sencillos momentos de belleza y gracia

12

Imagina una mujer que es artífice de su propia vida.

Una mujer que confía en su presentimiento de lo que es correcto para ella.

Que se niega a desvirtuar el formato de su vida para alcanzar las expectativas de los otros.

13

Imagina una mujer que participa en su propia vida.

Una mujer que enfrenta cada desafío con creatividad.

Que actúa en su propio beneficio con claridad y con firmeza.

14

Imagina una mujer que ha construído una completa e íntegra independencia.

Una mujer que está disponible para sí misma.

Que elige amigos y amantes capaces de respetar su independencia.

15

Imagina una mujer que se niega a empequeñecer su vida para que otros se sientan mejor.

Una mujer que lleve la plenitud de sus años, experiencia y sabiduría a cada relación.

Que ansíe que los demás se sientan desafiados y bendecidos por la presencia de ella en sus vidas.

16

Imagina una mujer que asume la igualdad en sus relaciones.

Una mujer que ya no cree que es inferior a los hombres y que necesita su salvación.

Que ha tomado su legítimo lugar al lado de ellos en la comunidad humana.

17

Imagina una mujer que se niega a usar su preciosa energía vital manejando crisis y conflictos.

Una mujer cuyas relaciones profundizan en satisfacción y alegría sin agotarla.

Que elije amigos y amantes con las habilidades necesarias para navegar a través de los desafíos de la vida.

18

Imagina una mujer que valora a las mujeres de su vida.

Una mujer que se sienta en círculos de mujeres.

A quien se le recuerdan las verdades sobre sí misma cuando ella las olvida.

19

Imagina una mujer que ha renunciado al deseo de seguridad intelectual y aprobación.

Una mujer que efectúa una poderosa afirmación con cada palabra que pronuncia, y con cada acción que emprende.

Que defiende para sí misma el derecho de reordenar el mundo.

20

Imagina una mujer que ha crecido en conocimiento y amor a sí misma.

Una mujer que ha jurado fidelidad a su propia vida y a sus capacidades. Que permanece leal a sí misma. Sin importar lo que suceda.

Imagínate a ti misma como esa mujer.



Patricia Lynn Reilly