viernes, 20 de febrero de 2009

Si hay moscas está sucio





Acabo de leer un artículo en el que el autor sostiene, refiriéndose a su país, que "corremos el peligro de que se instale la desconfianza en la banca" y que "la gente tiene la mosca detrás de la oreja", entre otra serie de disquisiciones.

La reputación de la banca no baja porque está en boca de todos, ni porque se habla de ella hasta en la peluquería, como dicen algunos. Por el contrario, todo lo anterior es consecuencia, y no causa, de:

- La posibilidad legal y fáctica que se le ha dado a delincuentes como Madoff, Stanford y otros, de estafar al ciudadano común.

- La complicidad -por negligencia o dolo, qué más da- de entidades financieras supuestamente serias con los citados personajes.

- La depreciación de los activos que actúan como garantía de la inversión de los ahorristas. Un claro ejemplo es el caso del fondo de inversión inmobiliario español, cuyo inversores reaccionaron de manera escapista porque ha explotado la famosa burbuja inmobiliaria de ese país.

- La crisis financiera mundial, como explicación globalizadora de las anteriores, que además las excede ampliamente.

Creo que el capitalismo se sobrepondrá de esta crisis cuando se realicen un sinceramiento global y los cambios regulatorios necesarios para que lo que estamos viviendo no vuelva a suceder.

Parece que el peor camino que se puede tomar en esta coyuntura es el de atribuir la responsabilidad de la debacle a quienes simplemente registran los sucesos y tratan de verse afectados por ellos lo menos posible. Hacer eso sería atribuir la culpa del hecho al mensajero, acción que muchas veces encontramos seductora cuando se desmoronan nuestros paradigmas intelectuales.


.

martes, 17 de febrero de 2009

Ingenuidad


Mientras desayunaba leí una noticia que me entristeció: han instaurado un "corralito" financiero en un fondo de inversión inmobiliario gestionado por el Banco Santander en España. Cuando escuchamos este tipo de cosas a los argentinos nos afloran los malos recuerdos de lo que nos sucedió hace apenas poco más de 7 años.

Para ser honestos con nuestra historia, debemos decir que la cesación de pagos del 2001/2002 no fue la primera que tuvimos en el país. Quienes gozaron de capacidad de ahorro antes de esa época se vieron sorprendidos varias veces con la licuación (mediante distintos artilugios) de los fondos invertidos en entidades bancarias. Eso es precisamente por lo que no me vi perjudicada directamente por el bendito "corralito": a pesar de los altísimos intereses ofrecidos, no quise especular de esa manera porque a mi pobre progenitor le habían esquilmado sus ahorros dos veces en la década del '80. La primera vez cuando el ministro de economía dijo "el que apuesta al dólar pierde", y la segunda con el llamado "ahorro forzoso" de los depósitos bancarios. Otro dicho para la colección: "El que se quema con leche, cuando ve la vaca llora".

Cuando hay una crisis financiera todos perdemos directa o indirectamente, porque se resiente la economía en general y la primera variable que se ve damnificada es la de la mano de obra, con el consiguiente sufrimiento humano que eso acarrea. Nadie puede ser feliz, bajo riesgo de transformarse en un ser insensible y monstruoso, cuando ve que a su lado hay gente que sufre. Y menos todavía cuando al que le toca sufrir es a uno.

Lo anterior debería llevar a preguntarnos sobre el origen del problema. Sin dudas, es el manejo del dinero de unos por parte de otros. La enorme ingenuidad que supone confiar nuestro futuro a la discrecionalidad de otros seres humanos impulsados por las mismas pasiones que todos los demás. Lamentablemente no existen súper-hombres, con súper-valores, con súper-escrúpulos, como para no aprovecharse de la buena fe ajena cuando no se establecen los suficientes controles, garantías o recaudos que aseguren que eso no va a suceder. Las sociedades con regímenes socialistas ya han dado un buen ejemplo de eso.

Es enorme la inventiva humana utilizada para arbitrar cualquier tipo de medio con el fin de hacer caer a su presa en la trampa. Los sistemas son cada vez más sofisticados y utilizan desde la manipulación subliminal hasta la educación formal para reproducir sus intereses y hacerlos formar parte del discurso generalizado.

Cuando bajamos las defensas y entregamos nuestras únicas armas (nuestros bienes) a banqueros apoyados por pseudocalificaciones emitidas por consultores financieros con lujosas oficinas en New York y renombres alcanzados gracias a la corrupción de la prensa especializada, lo hacemos. Cuando agachamos la cabeza como si estuviéramos en misa ante palabras rimbombantes emitidas por egresados de Harvard, Yale o quién sabe qué otra factoría de autómatas repetidores del mismo discurso (como sacerdotes que rezan padrenuestros), lo hacemos. Cuando toleramos que en el mundo una gran cantidad de personas sufran las consecuencias del hambre y la degradación humana, y consideramos que eso es "lo normal", para defender el paradigma de un sistema corrupto y explotador que, pese a todo, nos machacan desde todos los medios de comunicación que es el único viable, lo hacemos.

¿Qué hacemos? Ejercemos nuestra candorosa ingenuidad. Sí, esa misma que teníamos a los tres o cuatro años y que nos permitía creer en los Reyes Magos, en Papá Noel o en el Ratón Pérez.

Bien, si queremos seguir siendo ingenuos y continuar explicándonos la realidad en base a fantasías; en lugar de admitir que estamos padeciendo la más grande contrarrevolución social que se ha visto en la historia, la cual está siendo ejecutada por los sectores que detentan el poder económico mediante una megaestafa global; podemos hacerlo. Simplemente deberíamos verlo de esta manera: el que se llevó todo es, ni más ni menos, el famoso "Viejo de la Bolsa".

Tal vez así, sin dejar de ejercer nuestra ingenuidad, podamos llegar a entender lo que estamos viviendo.


.

sábado, 14 de febrero de 2009

El que se va sin que lo echen...



... vuelve sin que lo llamen.

Otro dicho, parece que estoy muy dicharachera últimamente. Pero los refranes son totalmente ciertos, y tengo que aceptar que después de todo, y ante la caída de tantos paradigmas científicos y sociales, no hay mayor sabiduría que la sabiduría popular.

Durante este último tiempo reaparecieron en mi vida personas que nunca entendí por qué se fueron. Pertenecían al ámbito laboral, a mi grupo de amistades y a otro tipo de afecto más cercano, digamos casi un futuro amor o algo así. No soy rencorosa, al contrario, pero me cuesta mucho volver a abrirme y confiar, sobre todo cuando no obtengo respuesta a la pregunta que me hice en el primer momento: "¿por qué?".

Es así que sigo con mi mejor cara de tonta, esa que me sale tan bien y muchos se la creen, tratando con gente que fue ex-empleada, ex-amiga y ex-futuro-algo. Esperando una explicación que nunca va a llegar porque nunca voy a pedir. Pero que me imagino. Y como siempre imagino lo peor, sería mejor si me dieran alguna otra explicación creíble, porque no hay nada más confuso que el silencio.


.

Aunque la mona...




Existe un viejo dicho: "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".

Según Wikcionario "este dicho, que alude a la característica imitadora de los monos, indica la banalidad de disfrazar la naturaleza de las personas ya que, a la larga, se descubre". Me parece una de las verdades más grandes que escuché en la vida.

Este antiguo refrán sirvió a Tomás de Iriarte para ilustrar su fábula "La mona", cuyo primer verso dice:

"Aunque se vista de seda
la mona, mona se queda..."

y termina con la moraleja:

"Monos, que aunque se vistan de seda,
se han de quedar lo mismo que eran antes."

Existe un refrán similar entre los romanos: "La mona siempre es mona, incluso si se viste de púrpura".

Por supuesto, la seda es una metáfora para representar todas las artimañas, trucos y representaciones que utilizamos los seres humanos para intentar ocultar nuestra verdadera personalidad o dar una imagen de nosotros que interiormente sabemos que no se corresponde con la realidad.

Es un gasto de energía inútil, teniendo en cuenta que en definitiva somos lo que somos. Y eso, tarde o temprano, termina saliendo a la luz.

Hoy he decidido que no quiero vestirme de seda. Soy una mona y no lo quiero disimular.

martes, 20 de mayo de 2008

El viejazo


En algún momento posterior a nuestro cumpleaños número cuarenta, hombres y mujeres ingresamos inexorablemente en la etapa que se denomina popularmente "viejazo" o "segunda adolescencia". Aquí también se aplica el dicho "nunca digas nunca", porque cualquiera puede sufrir sus efectos negativos, por más que estemos -según nuestra opinión personal- bien plantados en la vida y en la realidad.

Ante el miedo al deterioro físico y como consecuencia del duelo por la juventud perdida, queremos realizar todas aquellas cosas que hasta el momento nos quedaron pendientes o que nos producen la sensación de que el tiempo no ha pasado, de que aún somos jóvenes, bellos e inmortales.

Es así que muchas madres comienzan a competir con sus hijas en el cuidado del cuerpo, y una de las formas de demostrarlo es vistiendo ropas diseñadas originalmente para adolescentes. En esta competencia inútil algunas mujeres no escatiman medios con el fin de ganar al menos una batalla (la guerra, hermana, ya está perdida). Desde dietas anoréxicas, eternas horas en el gimnasio y dolorosos tratamientos de cirugía estética, hasta la adopción de gestos y vocablos de los "teens", lenguaje escrito estilo "sms" y, lo que es más desconcertante, exteriorización de signos de mala educación al estilo de James Dean en "Rebelde sin causa".

Pero, como sucede siempre, lo de ellos es aún más patético. En un lapso temporal que puede ir desde los 40 hasta los 55 años del involucrado, estos adolescentes reloaded suelen encontrar el "verdadero" amor de sus vidas. Así es que, si llegaron a esta etapa vital con pelo (original o injertado), poca pancita, la billetera abultada y montando un brioso corcel de cuatro ruedas, es muy probable que a estos caballeros se les cruce en la vida una señorita veinte años más joven, generalmente con problemas personales, económicos y/o vocacionales, quien encuentra en estos "papitos" la solución temporal a sus males permanentes.

Los únicos que no captan la temporalidad del proceso son ellos. Así es que, en pos de un supuesto amor que les despierta sensaciones olvidadas, se disponen a abandonar situaciones personales, familiares y económicas por las que siempre lucharon, y se lanzan tras una relación que la mayoría de las veces termina de manera catastrófica. Y a veces, cuando no termina, les transforma la vida en una pesadilla de indignidades.

Si la aventura finaliza algunos son perdonados y vuelven al redil con la cabeza gacha, soportando de vez en cuando alguna que otra burla malintencionada por parte de parientes y amigos. Otros, los menos afortunados, pierden familias y bienes definitivamente, y se dedican a escribir tangos llenos de resentimiento, deambulando por bares deprimentes y antros inconfesables. Sólo unos pocos logran salir victoriosos, sobre todo si aprenden a llevar con equilibrio y dignidad una lustrosa osamenta córnea en su cabeza. Otros tantos, gracias a estos tiempos de avance biotecnológico, se hacen adictos al Viagra y tratan de pilotear la situación de la mejor manera posible con la ayuda de la ciencia.

Tal vez un efecto secundario de la creciente igualdad social entre hombres y mujeres sea el hecho de que cada vez más mujeres se animan a mirar a hombres bastante menores que ellas. Y es que cuando una mujer ya no tiene que rendirle cuentas a nadie (o si, pero no le importa), tiene sus necesidades básicas cubiertas y tiempo disponible porque sus hijos -si los tiene- están jugando con la playstation... bueno, esa mujer "mira".

Y este cruce de miradas entre maduritas y jovencitos suele llegar a ser devastador por sus efectos emocionales. Sobre todo para ellas, porque a pesar de la evolución de las costumbres sociales a las mujeres les sigue resultando más difícil que a los hombres separar el sexo del amor. Por el momento ésta no es una situación demasiado significativa socialmente, porque salvo algunas famosas que se animaron a dar el gran paso, este tipo de parejas desiguales no llegan a formalizar sus relaciones, dado que las mismas suelen circunscribirse a la clandestinidad y a lapsos de tiempo bastante cortos. Y eso se debe a que existe un rechazo social a su existencia, a diferencia de las relaciones entre hombres mayores y mujeres jóvenes, que son más aceptadas culturalmente.

Pero no todas las consecuencias del viejazo son negativas, ya que muchas veces el intento inconsciente de recuperar la juventud que se nos va de las manos nos impulsa a formular nuevos proyectos, a replantearnos formas de vida con las que no queremos continuar, y a asumir riesgos mayores, porque en esta etapa solemos tener más madurez emocional e independencia. En todo caso, para bien o para mal, después de los cuarenta siempre es tiempo de cambios.

lunes, 5 de mayo de 2008

¿Los argentinos somos sucios?


Puede parecer una nimiedad al lado de todos los problemas que tenemos, pero con el tiempo vengo notando una preocupante falta de higiene por todos lados. Y no es que yo sea una obsesiva del tema, pero hay indicios alarmantes.

Las calles, en general, son un desastre. El famoso barrendero de antaño brilla por su ausencia. Existen muchos más productos descartables en el mercado, más consumo, y casi no hay recipientes de residuos o los que existen están destruídos. Resultado: calles y veredas tapizadas de envases de plástico y cartón, en lugar de otoñales hojas secas, como debería ser.

Los transportes públicos, salvo honrosas excepciones, son literalmente asquerosos. No existe el más mínimo sistema de limpieza, por ejemplo, una persona que repase asientos y pisos de los colectivos y trenes con agua y detergente y los desinfecte adecuadamente luego de cada viaje. Y éste no es un tema menor, con todas las enfermedades contagiosas potencialmente mortales que pululan actualmente (desde meningitis hasta gripe).

Los baños públicos, en su mayor parte, son también impresentables. No existe por parte de los responsables la menor conciencia de que deben ser mantenidos limpios constantemente, si es necesario con una persona contratada específicamente para esa tarea. Lo más común es que no encontremos papel higiénico, jabón ni toallas descartables. Y eso sucede hasta en lugares que se autodenominan "de categoría".

También las personas dejan mucho que desear en su higiene personal. Hay gente que no se peina (no estoy hablando sólo de adolescentes, lo que sería dentro de todo normal de acuerdo a la rebeldía de la edad). Hay otros que te das cuenta que tampoco se bañan demasiado seguido ni usan desodorante (perfumes ni hablar). Me pregunto si los que conviven con ellos no les dicen nada. Esto es algo que pasa en todos los sectores sociales y no se relaciona con el poder adquisitivo del sucio o sucia. Es decir, no es falta de medios económicos para comprar productos de limpieza.

miércoles, 30 de abril de 2008

Sin pareja - Parte 2: Segundas partes a veces no son una buena idea


Sólo hay una cosa peor que estar sin pareja y que nadie te demuestre interés. Y es que alguien que ya no te agrada en lo más mínimo esté interesado en vos. Peor aún, que intente demostrar que sus intenciones son “serias”, cuando lo único que te importa es que se olvide que existís.

La soledad brinda opciones, y una es permanecer así si pensamos que relacionarnos con alguien nos puede llevar a estar peor de lo que estamos.

Hace un tiempo regresó a mi vida mi novio de la adolescencia, quien casualmente (o no tanto) tampoco tiene pareja. Así es que, traído de vuelta por el túnel del tiempo luego de... ¡veintitrés años!, reapareció este habitante de mis sueños húmedos de la década del ochenta.

Notó que yo estaba en su misma situación, y entonces, por razones aún inexplicables, decidió unilateralmente que era hora de desarchivar nuestra historia. A no confundirse, no es el guión de una película francesa romántica, es simplemente una comedia argentina.

El punto problemático de todo esto surgió gracias a su ego totalmente sobredimensionado. Él pensaba que me estaba haciendo algún tipo de favor al dignarse a poner su atención en mí en esta “nueva” etapa de su vida. Tal es así que cuando le dije que por el momento pensaba seguir sola (traducción: no quiero estar con vos), consideró que era su deber hacerme notar lo que me estaba perdiendo.

Uno de sus métodos de persuasión consistió en relatarme todas las cosas que ya NO hacía más cuando estaba “bien” en pareja. Que casualmente eran las mismas que hizo durante el tiempo que estuvimos de novios y que originaron que nos separáramos dos veces (infidelidad, mentiras, etc.). Y que fueron las mismas que repitió a lo largo de los años con todas y cada una de las distintas parejas que tuvo.

Yo quería olvidar el pasado lejano, no tenía interés en revivir algunas situaciones desagradables. Pero estar cerca de un egocéntrico tiene estos inconvenientes, no importan tus sentimientos ni tu bienestar mientras él logre su objetivo o piense que tiene alguna posibilidad de hacerlo.

Después de eludir la situación lo más diplomáticamente posible (¿para qué crearse enemigos?), terminé preguntándome por el sentido de encontrarme obligada por deseos de otro a recordar cosas que ya había sepultado en el más piadoso olvido.

Tal vez las tinieblas del pasado no se resignan a quedarse atrás, y como negros fantasmas, de tiempo en tiempo, estiran sus garras para intentar atraparnos y hacernos revivir etapas ya superadas.

Pero a mí no me atraparán.